En la Revista Dominical del domingo 9 de setiembre, La Nación publica un buen artículo (“La crisis que tumbó a Costa Rica en los 80”) en que analiza la crisis fiscal y económica que ocurrió en 1980. Publica además otro artículo del exvicepresidente Luis Liberman sobre el mismo asunto. Permítaseme complementar el artículo de La Nación y discrepar en algunos aspectos con el de mi amigo Luis.
Cartas de Carazo. Acerca del artículo de La Nación, entre el 4 de febrero de 1980 y el 21 de setiembre de 1981, el presidente Rodrigo Carazo envió a los presidentes de la Asamblea Legislativa, Ramón Aguilar Facio, Rafael Alberto Grillo Rivera y Cristian Tattenbach Yglesias, y algunos otros diputados, como Armando Arauz Aguilar, jefe de la fracción del PLN, Mario Rojas y a secretarios de la Asamblea Legislativa, 69 cartas en que pedía la aprobación de los proyectos de ley de reforma fiscal o de aprobación de empréstitos que habían sido enviados para conocimiento de la Asamblea Legislativa casi desde el inicio de la administración.
Muchas de esas cartas fueron ignoradas, ni siquiera obtuvieron un acuse de recibo y la mayoría no fueron conocidas por los diputados.
A pesar del esfuerzo del presidente Carazo, los proyectos de ley para mejorar la situación fiscal no fueron aprobados por los diputados del Partido Liberación Nacional, ni por la mayoría de los legisladores que habían sido electos por la coalición Unidad. Juzguen los costarricenses quiénes fueron los responsables de que no se tomaran las medidas pertinentes para resolver la aguda crisis fiscal.
Crisis mundial. En relación con el texto de Luis Liberman, en mi criterio, contiene un error fundamental. Si bien plantea diferencias entre la situación de 1980 con la actual, resta importancia a la crisis internacional que afectó el flujo de capitales a los países en desarrollo y responsabiliza de todo lo ocurrido solo al gobierno de Carazo. Liberman deja por fuera el hecho de que la mayor parte del déficit con que recibió Carazo el gobierno fue consecuencia de deudas y gastos ocasionados en las administraciones que le antecedieron, la de Pepe Figueres y la de Daniel Oduber. Tampoco menciona con toda claridad, aunque lo insinúa, que el gobierno de Rodrigo Carazo recibió la situación sin reserva de divisas, mientras que este no.
Además, el gobierno de Daniel Oduber se había negado a devaluar el tipo de cambio en al menos el 50 %, según la sugerencia que le hizo en su oportunidad el Fondo Monetario Internacional. De hecho, en la realidad, el colón estaba devaluado antes del 8 de mayo de 1978.
El actual gobierno, si bien recibió un gran déficit fiscal por deudas contraídas por los gobiernos de Óscar Arias, Laura Chinchilla y Luis Guillermo Solís, también recibió una reserva importante de divisas y no ha tenido la situación internacional de 1980.
Para citar solo dos aspectos de esa diferencia, aparte de la crisis internacional general, el precio del petróleo subió en esos años de $3,60 por barril a $36 y el café, nuestro principal producto de exportación en ese momento, bajó de $300 a $60, o sea, que antes de 1980 con un quintal de café se importaban 83 barriles de petróleo y después, con el mismo quintal de café, se importaba poco más de un barril y medio de petróleo.
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En términos económicos, el país sufrió un gran deterioro con relación al intercambio –un choque externo, como se le conoce en la jerga de los economistas– cuyo resultado fue un empobrecimiento de la sociedad como un todo, con repercusiones duraderas. Por esa y otras razones fundamentales, las causas de la crisis no son únicamente atribuibles a la gestión de Rodrigo Carazo. Pero, afortunadamente, esas causas no ocurren hoy día.
El autor fue ministro de Seguridad.