Este artículo no es político ni religioso. Comparto, además, la importancia de enseñar sobre sexualidad como un complemento de la educación en el hogar.
A lo largo del tiempo, el Ministerio de Educación Pública (MEP) ha buscado una mejora en aspectos educativos, procurando, con criterios técnicos y científicos, acceso para los estudiantes tanto a conocimientos como a ser mejores personas.
No obstante, el MEP debe comprender su función en la dinámica social. La primera escuela es la familia.
Las enseñanzas adquiridas en las aulas son elementos fundamentales para los estudiantes, pero no se puede pretender, además de lo académico, definir la formación afectiva y moral, aun cuando se diga justificar por el bien común, si esto riñe con lo profesado por el núcleo familiar o social del alumno.
Los derechos. La Declaración de Derechos Humanos indica: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; (…) la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. Posteriormente, agrega: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.
En otras palabras, los padres tienen todo el derecho de educar a sus hijos de acuerdo con su conciencia, lo cual incluye aspectos religiosos, espirituales o de pensamiento en general.
De acuerdo con las estadísticas, a marzo del 2017, los católicos representaban el 69,71 % de la población costarricense y si se le suman otras denominaciones cristianas se llega al 84,93 % (encuesta CIEP Semanario Universidad-ECP).
A finales del 2010, el Ministerio de Educación explicó que haría planes piloto en el 2011 de nuevas guías de educación sexual, alejándose de las propuestas de la Iglesia católica en esta materia, porque, indicó, lo que la Iglesia planteaba implicaría cambiar temas que se enseñarían, aunque la vocera del Ministerio dijo que si la Iglesia quería tener participación, serían respetuosos de todos y vincularían a toda la sociedad civil (La Nación, 13/12/2010).
Al revisar el material actual, se aprecia que se busca una modificación sustantiva en los conceptos morales y sociales, no religiosos, sino sociales, de una forma sistematizada, no como una evolución propia de un grupo o comunidad, sino como el acercamiento a un pensamiento externo a dicha sociedad.
Diferente posición. Las referencias utilizadas, el contenido y las labores para el aprendizaje de las Guías, tienen un propósito más que informativo: es completamente formativo, pero en áreas y conceptos que se enfrentan directamente con la posición de la mayoría de los hogares de los estudiantes.
De tal manera que el Ministerio de Educación sí ha efectuado un esfuerzo sistematizado, desde hace varios años, por ejercer una formación que tiene incidencia en temas morales, en un nivel más profundo del que debería, y esto lo ha efectuado, y continúa haciéndolo, desoyendo a la sociedad.
No se trata de una discusión sobre posiciones extremas, de avanzada, o tendencias internacionales, sino que niños y jóvenes son sujetos de un proceso que no es el que sus padres desean. Esto generará una dinámica donde las familias deberán luchar para que los estudiantes “desaprendan” lo que se les impone.
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El Ministerio está actuando en contra de lo expuesto por la misma Declaración de Derechos Humanos, imponiendo una educación no deseada por el grupo social de referencia. No es realista decir que se está abierto al diálogo cuando, desde hace casi ocho años, se excluyó de cualquier apreciación a los líderes en materia de valores para la mayoría de la población, cuando se han efectuado marchas, se han presentado firmas, se han opuesto padres de familia y gobiernos locales, y aun así se impone. Porque cuando justamente todo esto sucede, y se sigue adelante porque se “debe seguir”, es que se está ante un proceso de ideologización o adoctrinamiento.
Puede haber muy buenas intenciones, pero, definitivamente, el Ministerio está sobrepasando su nivel de acción atentando contra valores de los estudiantes que entrarán en conflicto en sus hogares. No es cuestión de decir que si un padre no desea que su hijo reciba la materia, que firme una nota, es que no se debe ni siquiera pensar en imponer el asunto.
¿Educación sexual? Es necesaria, pero no a la fuerza ni en contra “del derecho preferente” de los padres.
El autor es educador.