Mientras que, en la plaza de la Cultura, es común observar a niños corretear, jugar y alimentar a las palomas, en otros lugares se les ahuyenta por los problemas que ocasionan en la infraestructura pública y privada y por las alteraciones que pueden producir a la salud humana.
La alimentación de las palomas es una estampa que forma parte del paisaje urbano en campos abiertos como la plaza de la Cultura, la plazoleta de la basílica de los Ángeles, el parque Central de San José, el parque la Merced, el parque de Guadalupe y la plaza de la Democracia, entre otros.
Entretanto, la preocupación por la superpoblación de palomas es mundial por los daños que produce su excremento, por los desajustes que se pueden producir en otras especies y porque transmiten diversas enfermedades respiratorias y digestivas que pueden afectar la salud de la población.
No es un tema menor. Se debe atender oportunamente para reducir cualquier posibilidad de que nuestra población se enferme al tener un contacto tan estrecho con ellas y antes de que se incurra en prácticas que perjudiquen y pongan en riesgo su vida. Recordemos que, en Costa Rica, las afecciones respiratorias y digestivas son las principales causas de consulta en los servicios de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Sin duda, este es un asunto al que deben ponerle atención las autoridades del Ministerio de Salud, las agrupaciones que protegen la salud animal y las municipalidades.
- Deben establecerse estrategias de control de esta población por parte de los organismos competentes que orienten a las personas e instituciones afectadas sobre cómo ahuyentarlas y, a la vez, cómo protegerlas.
- Deben realizarse campañas educativas que expliquen los riesgos a los que se exponen las personas el entrar en contacto con las citadas aves, de manera que eviten alimentarlas y jugar con estas.
- Se debe erradicar la práctica de vender productos para alimentarlas, mediante estrategias de sensibilización hacia este sector comercial. Recordemos que las aves llegan en busca de comida.
Según Costa Rica Silvestre, las heces de las palomas corroen, degradan y dañan la superficie de los edificios, monumentos históricos, cornisas y las fachadas en las que anidan o se posan, y generan cuantiosos daños a la infraestructura urbana.
Al mismo tiempo, ensucian azoteas, balcones, terrazas, asientos y juegos infantiles, lo que provoca malos olores y pone en riesgo la higiene y la belleza de los edificios, espacios públicos, parques y plazas.
De este problema es testigo el párroco de la basílica de los Ángeles, quien, hace unas semanas, informó sobre la cantidad de acciones emprendidas para evitar que las palomas entren al icónico templo: desde consultas a diferentes entidades, compra de algunos insumos como búhos artificiales y adquisición de geles, hasta la importación de dispositivos con rayos láser a un costo millonario. Con cierta desazón, hizo un llamado a las personas de la zona y visitantes para mancomunar esfuerzos tendientes a evitar el ingreso de las aves al templo.
La preocupación expresada por el sacerdote es comprensible y razonable. Es una lástima la escasa respuesta obtenida por parte de las instituciones competentes tanto para proteger la salud humana como la salud animal.
Existen en el mundo numerosos ejemplos de manejo ecosanitario para el control de las palomas, que vale la pena emular. Tal es el caso de los que se realizan en el campus de la Universidad de Antioquía, en Colombia.
El objetivo universitario no es ahuyentar las palomas, sino llevarlas a los espacios adecuados, como árboles y prados del campus, para que, en la medida de lo posible, no tengan que transportarse a lugares donde las personas están comiendo.
Aseguran que la práctica común de alimentar a las palomas no resulta benéfica para sus sistemas digestivos porque sus estómagos no están preparados para procesar las grasas presentes en los alimentos cocinados para humanos.
La profesora Lía Isabel Alviar, de esa universidad, aseguró que cuando encuentran palomas con excremento diarreico, es en gran parte por la mala alimentación que se les da, como pedazos de arepa, empanadas, galletas y pollo. Tales productos, además de enfermarlas, hacen que las aves se acerquen en bandada al campus universitario.
Acciones de sensibilización como las que se llevan a cabo en Antioquía son las que deben realizarse en Costa Rica, pues como dicen allí: es vital permitir el libre desarrollo de las palomas que buscan granos para alimentarse, sin que necesiten que alguien se los cocine o se los compre, pues lo natural es que encuentren comida sin la ayuda humana.
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María Isabel Solís es periodista y salubrista.
