NAIROBI– El miedo a la covid-19 promueve el aumento tanto de las ventas de antibióticos sin receta como de la prescripción de recetas de antibióticos a pacientes hospitalizados, y a consecuencia de ello se está estimulando una pandemia silenciosa.
A escala mundial, el uso de antibióticos en los hospitales ha aumentado rápidamente desde el inicio de la pandemia. A pesar de que los estudios muestran que solo el 8 % de los pacientes hospitalizados con covid-19 también tienen una infección que requiere antibióticos, más del 70 % los reciben. Además, muchas personas preocupadas por los síntomas posibles o reales vinculados a la covid-19, y alarmadas por los informes mundiales sobre la pandemia, han optado por comprar antibióticos sin acudir a una consulta con un trabajador de la salud.
Esto está estimulando aún más la crisis mundial de resistencia a los antibióticos, a medida que las bacterias evolucionan y se vuelven inmunes a estos fármacos. Debemos actuar rápidamente —mediante políticas internacionales, leyes nacionales y acciones locales— para controlar lo que la Organización Mundial de la Salud ha identificado como una de las diez principales amenazas para la salud de la humanidad.
Los antibióticos se utilizan para tratar las infecciones causadas por bacterias y no tienen ningún impacto en un virus como el SARS-CoV-2, que es el que causa la covid-19. El uso excesivo acelera la resistencia a los antibióticos, lo que socavará la capacidad para tratar enfermedades comunes. Las infecciones simples como la neumonía o del tracto urinario, que actualmente pueden eliminarse rápidamente con antibióticos comunes, resultan imposibles de tratar y se tornan mortales.
Las bacterias que desarrollan resistencia a múltiples antibióticos son responsables de causar infecciones difíciles de tratar, que tienen hasta tres veces más probabilidades de matar a las personas en comparación con las infecciones causadas por bacterias no resistentes. Datos provenientes de varios países indican que hasta el 50 % de las bacterias que causan infecciones en las unidades de cuidados intensivos son resistentes a varios antibióticos. En Estados Unidos, se calcula que cerca de tres millones de personas contraen una infección resistente a los antibióticos cada año, lo que origina unas 35.000 muertes al año.
Las bacterias resistentes a los fármacos también son más propensas a propagarse de persona a persona, y se sabe que causan grandes brotes de enfermedades en los hospitales. Muchos pabellones de tratamiento de covid-19 están lidiando actualmente con este problema.
Algunos pueden argumentar que permitir el uso irrestricto de antibióticos facilita el acceso al tratamiento para aquellos que probablemente no puedan ver a un médico, y puede ser más barato para los pobres. Pero la resistencia a los antibióticos resultante es cara de tratar y puede, potencialmente, costar vidas.
¿Qué debemos hacer para prevenir esta próxima pandemia? Para empezar, la OMS y otras organizaciones mundiales deben pronunciarse de manera mucho más firme y explícita contra el uso de antibióticos en enfermos de covid-19, a menos que estos medicamentos estén específicamente indicados para otra infección bacteriana.
Además, los gobiernos nacionales deben endurecer las restricciones a compras de antibióticos de venta libre. La evidencia sugiere que la introducción y aplicación de leyes para limitar esas ventas suele ser eficaz, si estos esfuerzos se mantienen a lo largo del tiempo. Exigir a las farmacias que pongan a la vista del público un aviso que indique que es ilegal vender antibióticos a clientes que no cuentan con una receta médica también se ha asociado con la reducción de las ventas de estos medicamentos.
Los hospitales deben adoptar las denominadas estrategias de administración de antibióticos para reducir las recetas innecesarias. Estas medidas reducen el uso y el costo de los antibióticos, y disminuyen el riesgo de infecciones resistentes a los antibióticos en los hospitales.
Entre las estrategias eficaces se encuentran: el desarrollo de directrices para el manejo de infecciones comunes, la restricción del uso de antibióticos en infecciones virales, el fortalecimiento de las capacidades de los laboratorios (especialmente en los países de ingresos bajos y medios) con el propósito de ayudar a que los médicos identifiquen las bacterias correctas por tratar, así como también la adopción de estrategias que apunten a brindar educación continua a todos los galenos.
Por último, las personas —a pesar de sus comprensibles temores con respecto a la covid-19— no deben arriesgarse a dañarse a sí mismas al usar antibióticos innecesariamente.
El mensaje está claro: si no actuamos ahora para frenar el uso de antibióticos, invitaremos la llegada de una nueva pandemia. Y, a diferencia de lo que ocurre con la covid-19, ninguna vacuna nos salvará de ella.
Loice Achieng Ombajo es especialista en enfermedades infecciosas en la Universidad de Nairobi y en el 2021 es becaria de New Voices en el Instituto Aspen.
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