De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) las personas cuyo índice de masa corporal (IMC) sea superior o igual a 25 son obesas, entre 25 y 29,9 se considera preobesidad, 30 es obesidad mayor y la obesidad clase I se padece cuando el IMC oscila entre 30 y 34,9. Asimismo, se sufre obesidad tipo II cuando el IMC se ubica entre 35 y 39,9 y obesidad tipo III, cuando es mayor o igual a 40.
Comprender el papel de la obesidad en relación con la covid-19 debería ser una prioridad de salud pública, pues es un factor de riesgo junto con 20 condiciones crónicas más, como la diabetes tipo 2, la hipertensión, la dislipidemia, las enfermedades cardiovasculares, el ictus, la apnea del sueño y unos 10 tipos de cánceres.
En el Reino Unido se llevó a cabo una investigación con 428.225 pacientes. De 340 en el hospital con coronavirus, un 44 % sufría sobrepeso y un 34 %, obesidad.
En otro estudio, utilizando registros electrónicos de salud de 17.425.450 pacientes, 5.683 fallecieron por covid-19, de los cuales el 29 % tenían sobrepeso y un 33 % fueron calificados como obesos.
Los datos de estos dos estudios muestran una relación entre el exceso de peso y la gravedad de la enfermedad. Luego de ajustar los posibles factores de confusión, como edad, sexo, origen étnico y privación social, el riesgo relativo de la enfermedad crítica de covid-19 aumentó un 44 % para las personas con sobrepeso y casi se duplicó para las obesas.
Las probabilidades de morir por covid-19 aumentan dependiendo de la gravedad de la gordura u obesidad, desde un riesgo del 27 % mayor en la primera categoría, según el IMC de 30 a 34,9, y a más del doble de riesgo cuando el IMC es mayor o igual a 40.
Los mecanismos que explican la relación son múltiples. Entre estos están las enzimas convertidoras de angiotensina-2 (ACE2) utilizada por el virus SARS-CoV-2 para la entrada celular, y se encuentran en grandes cantidades en los adipocitos de las personas con obesidad.
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Además, la gordura disminuye la función pulmonar a través de una mayor resistencia en las vías respiratorias y más dificultad para expandir los pulmones.
Otro rasgo común es la deficiencia de vitamina D, lo cual aumenta el peligro de infecciones sistémicas, perjudicando la respuesta inmune. Por el contrario, los niveles adecuados de esta vitamina previenen infecciones respiratorias mediante varias funciones inmunorreguladoras, incluida la disminución de la producción de citocinas causantes de inflamación durante una neumonía.
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Por ello, algunos estudios sugieren que la vitamina D podría potencialmente participar en el vínculo entre la obesidad y una mayor tendencia a complicaciones y mortalidad por covid-19.
Paradójicamente, las medidas de confinamiento prolongado con el propósito de prevenir el contagio del virus disminuyen los baños de sol, esenciales para producir esta vitamina, y favorecen el aumento de peso.
El autor es salubrista público.