Hemos recibido diferentes explicaciones sobre el “error” al que han denominado pifia (¿maniobra para restarle gravedad a lo sucedido?), cometido en la construcción de la ruta 257, que conecta al puerto de APM Terminals.
Explicaciones que denotan una dolosa falta de transparencia, un total irrespeto a la inteligencia y un sinsentido que nos costará más de $14 millones; en colones, cerca de los 8.000 millones.
Las excusas abundan: “Que el gobierno anterior”, “que el error no generará gastos adicionales”, “que se desconocía el punto de conexión”. Lo cierto es que el anterior ministro ante la Comisión de Ingreso y Gasto Público señaló que la pifia no era tal y que el cartel de licitación se publicó con las coordenadas incorrectas por no contar los terrenos con la ubicación correcta según los permisos de Setena.
El absurdo de los absurdos: un grupo constructor iba a hacer la obra en $12 millones menos que la empresa escogida. No solo cotizó un menor precio, sino una solución al error que, además, incluía terrenos que sí contaban con viabilidad ambiental. Esta, paradójicamente, fue rechazada por no cumplir con las coordenadas incorrectas. ¿Pifia, dolo o estupidez?
La adjudicación con las coordenadas equivocadas, advertidas por personal interno de la institución y por la Contraloría General de la República, fue adjudicada al que ofreció las coordenadas pedidas por el cartel y la obra costará $26 millones más.
¿Cómo llego a esta suma? Los $12 millones menos de la primera oferta sumándoles los $14 millones de más que nos costará el cambio horizontal y vertical para hacer la conexión correcta. Lo tragicómico, además, es que la solución ejecutada por el adjudicado, por muchos millones de más, fue la rechazada al primer oferente.
¿Y qué ha hecho el gobierno de la casa de cristal? Señalar que no iniciará las investigaciones para sentar responsabilidades, pues la prioridad en estos momentos es terminar la obra y lograr una disminución en la tarifa de manejo de contenedores, para un proyecto que ya se ha anunciado tendrá un retraso en su entrega al próximo año.
Pensando bien, hemos caído en el absurdo de que la literalidad y procesos de contratación son camisas de fuerza o, peor aún, no quisiera pensar, pero me queda la espina, ¿será que se habla de pifia para ocultar algo más?