Enfrentamos la dura realidad de una crisis energética que sacude tanto a los ciudadanos como a la industria.
Lo que una vez fue orgullo nacional, por su uso casi exclusivo de energías renovables, se ve ahora empañado por la escasez de electricidad y los cortes de energía que perjudicarán a miles de hogares y empresas.
La raíz de la crisis está en la falta de previsión de las autoridades y en su búsqueda de soluciones a corto plazo. En lugar de mitigar de manera proactiva el impacto del cambio climático en la producción de energía, se optó por intentar complacer la promesa política de reducir las tarifas eléctricas apenas empezara el gobierno del presidente Rodrigo Chaves.
Este enfoque miope ignoró las advertencia sobre los desafíos que enfrenta el sector energético. La variabilidad climática no es algo nuevo ni es una amenaza reciente, sino una variable esencial que debe tomarse en cuenta en la planeación que realiza el ICE como operador del Sistema Eléctrico Nacional.
Sus efectos se sienten en toda la región, y Costa Rica no es la excepción. La disminución en la capacidad de producir energía hidroeléctrica, una de las principales fuentes de electricidad nacional, y eólica es normal en estos meses.
No se tomaron oportunamente las medidas que evitaran los racionamientos, debido a la intromisión de los intereses políticos, por cumplir promesas de campaña e impedir al personal técnico del ICE la operación independiente del Sistema Eléctrico Nacional.
La falta de diversificación en la matriz energética también contribuye a la crisis. Si bien es cierto que Costa Rica ha sido líder en la utilización de energías renovables, como la hidroeléctrica, la eólica y la solar, la dependencia excesiva de una sola fuente ha demostrado ser insostenible en tiempos de escasez.
Los resultados de la crisis se harán sentir en la generalidad de la sociedad costarricense. Los ciudadanos se enfrentarán a cortes de energía frecuentes.
Las empresas especialmente sensibles a la falta de energía, como las manufactureras y las turísticas, sufrirán pérdidas económicas significativas.
Sin embargo, los efectos más graves recaerán en la credibilidad y la confianza de los ciudadanos y los inversionistas internacionales en el sistema eléctrico nacional, que tardaremos mucho tiempo en restablecer.
Más allá de las soluciones técnicas, es crucial un cambio en la mentalidad política. La crisis climática es una realidad que no puede ser ignorada ni subestimada, y su impacto en la producción de energía debe ser tratado con seriedad y determinación.
La crisis energética en Costa Rica es un recordatorio contundente de las consecuencias de no planificar para el futuro y de no tomar en cuenta los desafíos del cambio climático.
Solo mediante un enfoque integral y sostenible es posible garantizar hoy el suministro de energía confiable y sostenible.
La autora es diputada.