A pesar de los pasos dados hasta ahora en dotar de equipamiento a los hospitales, la tecnología actual en radioterapia a nivel institucional es insuficiente para llevar a cabo tratamientos novedosos, que beneficien a un mayor número de pacientes con enfermedades complejas. Se requiere de un mayor esfuerzo tanto gubernamental como institucional para contar con las herramientas necesarias para el tratamiento con este tipo de radioterapia para los pacientes con cáncer.
En las últimas dos décadas, el diagnóstico de cáncer ha pasado de ser una sentencia final a ser una enfermedad para la que existen tratamientos cada vez más eficaces, que han extendido la supervivencia de los pacientes, mejorando, además, su calidad de vida a lo largo del proceso. Una herramienta fundamental en este sentido es la radioterapia, que se utiliza en alrededor del 60% de los casos de cáncer, sola o en combinación con otras terapias.
En las últimas dos décadas se han desarrollado; gracias al mejor conocimientos de la biología del tumor, a la innovación en las imágenes médicas y al desarrollo en el equipamiento; técnicas modernas pensadas específicamente para tratar casos complejos, como lo son las metástasis (depósito tumoral en órganos en sitios lejanos al tumor primario).
El rol de la radioterapia
La radioterapia es uno de los pilares fundamentales en el tratamiento oncológico. Para el 2030 se estima que habrá unos 25 millones de nuevos diagnósticos de cáncer y en el 2050 vamos a llegar hasta los 33 millones, lo que quiere decir que unos 15 millones de pacientes van a requerir radioterapia en los próximos años.
La mayoría de los tumores pueden beneficiarse de este tipo de tratamientos. Cuando los tumores son iniciales y están alojados en un órgano, podemos operar y resecarlos con cirugía y hacer radioterapia complementaria para mejorar el control local de la enfermedad y también la supervivencia. A veces, se puede utilizar la radioterapia curativa por sí sola, que en muchos casos es equivalente a la cirugía y que ofrece una alternativa curativa cuando no podemos operar.
La radioterapia se puede utilizar con fines curativos, pero también como paliativo o tratamiento de soporte.
Los usos posibles de la radioterapia se van multiplicando a medida que se avanza en otros aspectos de la oncología. Así, en los últimos años, se han desarrollado pruebas diagnósticas que permiten detectar metástasis en fases iniciales. Existe un grupo de pacientes con poca carga de enfermedad, con metástasis de pequeño tamaño, alojadas en muy pocos órganos, en donde la radioterapia a dosis más elevadas combinada con tratamiento sistémico está buscando curar a estos pacientes.
En determinados casos, al tratarse de lesiones metastásicas pequeñas alojadas en regiones tan delicadas como el cerebro, la radioterapia tiene que ser altamente precisa y segura. Cuando la usamos en pacientes con lesiones en el cerebro, se conoce como radiocirugía, y cuando el tratamiento es en lesiones fuera del cerebro, se le llama radioterapia estereotáxica, también radiocirugía extracraneal (SABR, por sus siglas en inglés). Esta radioterapia se caracteriza por atacar los tumores a dosis muy altas y en pocas sesiones, de forma extremadamente precisa.
Lo que se está investigando ahora es la mejor forma de combinar este tipo de radioterapia. Este tipo de combinaciones de la radioterapia con otras terapias pueden potenciar los efectos beneficiosos de ambas de manera sinérgica. En recientes estudios, se ha observado que la SABR puede tener efectos no solo en la zona donde se administra, sino en metástasis. Este fenómeno está relacionado con la activación de las células de defensa. Este efecto se potencia cuando el paciente se está tratando con inmunoterapia o algunas otras terapias blanco.
Después de una sesión de radioterapia, sumado al daño ocasionado a los vasos sanguíneos que irrigan el tumor, hay una acción mediada por el sistema inmunitario. El tratamiento provoca una activación del sistema inmune del propio paciente para que ataque ese tumor.
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Menos es más
Reducir la cantidad de sesiones de los tratamientos es uno de los objetivos para el futuro. Ya lo estamos haciendo en la mayoría de los tumores. Hemos pasado de tratar a los pacientes en 30 o más sesiones (un mes y medio de tratamiento), a hacerlo en cuestión de cinco o menos sesiones, dependiendo de las características del paciente y de la etapa de la enfermedad. Incluso, en lesiones pequeñas y bien circunscritas, es posible aplicar tratamientos en una única sesión, lo que permite a los pacientes continuar sus actividades normales sin interrumpir otros tratamientos y preservando su calidad de vida.
Esta minimización de los tiempos ya es una realidad en muchos centros alrededor del mundo. Así, además de reducir la cantidad de visitas del paciente al hospital, tiene la ventaja de que reduce el impacto ambiental de los tratamientos y los costos para el sistema sanitario del país. Esto ha contribuido a acortar las listas de espera. Otra consideración no menor de estos avances, es disminuir el impacto de los efectos adversos. Irradiar menos los tejidos sanos que están alrededor del tumor reduce los efectos secundarios.
Esta exactitud y precisión es clave en tumores localizados en el tórax, donde se encuentra la mayoría de los órganos vitales que albergan una gran circulación de sangre. Esto es importante porque ahí hay linfocitos, que son unas de las células más radiosensibles que hay. Nos interesa proteger esos linfocitos circulantes, porque se necesitan para potenciar la respuesta del sistema inmune frente al tumor.
Ciencia, no ficción
Así como en otras áreas de la oncología se buscan biomarcadores que permitan predecir el curso de la enfermedad para ofrecer tratamientos más precisos y eficaces, nosotros utilizamos muchas imágenes para nuestros tratamientos. Actualmente, lo estamos haciendo con imágenes de tac y resonancia, pero necesitamos del uso de imágenes biológicas como el PET-CT (tomografía por emisión de positrones) para planificación y mejor personalización de los tratamientos. Usando estas y otras herramientas modernas de imágenes, podemos adaptarnos a los cambios que se van provocando en el tumor a lo largo de esas sesiones de radioterapia, a lo que se llama radioterapia adaptativa. Esta información nos puede ayudar también a predecir la respuesta y el pronóstico de nuestros tratamientos.
La tecnología ayuda en este proceso. La incorporación de herramientas de inteligencia artificial, ayudará a automatizar procesos y analizar los datos de todos los pacientes, para predecir cómo se comportará un tumor con la máxima precisión posible. En este sentido, se espera que en los próximos años se incorporen más especialistas en esta área a las unidades de los hospitales.
Julio C. Argüello es médico oncólogo especializado en radioterapia