Debemos atender con seriedad la situación de las mujeres y los hombres en las comunidades de Barra Norte y Barra Sur de Colorado. Las licencias para la pesca de camarón de arrastre dan trabajo a cerca del 95 % de la población (incluidas más de 250 mujeres). Los permisos desaparecerán si no reaccionamos con justicia y equidad en los próximos meses.
No toda la pesca de arrastre en el país es semiindustrial. En el Caribe existen cerca de 20 licencias de arrastre artesanal y una cultura asociada a la pesca del camarón fuerte e importante para la resiliencia ambiental y social tan necesaria para que lugares vulnerables y afectados por el cambio climático puedan adaptarse y salir adelante.
Así lo hizo la valerosa comunidad de Barra del Colorado, después del paso de la tormenta Nate, la cual prácticamente los arrasó y arrasó, también, los ecosistemas.
En la Barra del Colorado se pesca con arrastre el camarón, principalmente, dos veces al año, marzo-abril y agosto-setiembre. El resto de los meses, una veda natural hace el mar prácticamente imposible de navegar y los pescadores de arrastre no pueden ejercer su actividad productiva. Así se produce una regulación natural.
Pescan 4 de los 12 meses del año, una población de camarón acorde con su capacidad de venta y con un arte y una condición en las cuales existe una fauna de acompañamiento bastante reducida. Ahí se aprovechan tres especies de camarón, todas de la familia Penaeidae.
La pesquería se desarrolla con el objetivo de capturar el camarón tití (Xiphopenaeus kroyeri), mientras el camarón blanco (Penaeus schmitti) y el camarón tigre (Penaeus monodon) pueden ser considerados incidentales, no se efectúa con ellos una actividad comercial importante y son consumidos por los mismos pescadores y sus familias.
El camarón tigre es una especie invasora proveniente del océano Indopacífico y para su supervivencia consume a las otras especies nativas de camarón.
Factores asociados. La sostenibilidad de una pesquería depende de muchos factores. Sin importar si el barco es grande o chiquito, debe fundamentarse en principios básicos de índole ambiental, social, cultural y económicos.
El gobierno nacional del bicentenario, al cual la mayoría de los costarricenses hemos dado nuestro voto, cambiará el arrastre por mejores condiciones y oportunidades de trabajo en las costas, según lo ha anunciado.
Es una excelente idea y la celebramos, pero debe correr para atender a un sector que con un consejo local de lujo, donde trabajan juntos la comunidad, el Incopesca, ACTO-Minae y la Municipalidad-Japdeva, no ha podido librarse del juzgamiento poco acertado e injusto de una Sala Constitucional que habla de pesca de arrastre sin determinar su diferenciación y particularidades a lo largo y ancho de nuestro país.
Gracias a la atención del Incopesca y el ACTO-Minae, en la administración pasada logramos apoyar con licencias de investigación a los pescadores y que ellos con su trabajo aportaran también información relevante para definir criterios de sostenibilidad para esa pesquería, y ojalá la información necesaria para justificar que las licencias no sean eliminadas en su totalidad (ya muchas no han sido renovadas).
Muere una pesquería y puede que esto haga aplaudir a muchos sectores radicales. Pero muere la identidad cultural y el bienestar económico sano de una comunidad bella y sostenible y, créanme, muchos costarricenses no estamos felices.
Vemos cómo las políticas son desconocedoras de cómo el aprovechamiento sostenible es posible. Hoy, esta injusta política puede hacer desaparecer la paz y sostenibilidad de nuestro hermoso Refugio de Vida Silvestre Barra del Colorado, que fundamenta sus principios en la posibilidad de convivir seres humanos y ambiente en un mismo espacio territorial de respeto y sobrevivencia.
Instamos al presidente y a su equipo a empezar su trabajo de apoyo a esta comunidad y brindar las soluciones ofrecidas con celeridad porque ya se acerca la segunda temporada del camarón en la Barra y el hambre y el enojo acechan.
La autora es bióloga.