SHANGHÁI – China ha logrado cuatro décadas de rápido crecimiento económico. Sin embargo, aún queda por aprovechar plenamente una fuente poderosa de crecimiento: la urbanización. Al presente, el potencial de las megaciudades, en su calidad de motores de dinamismo y prosperidad crecientes, conquista –al fin– la atención de alto nivel que se merece.
Durante el transcurso de la última década, China ha estado trabajando para pasar de un modelo de crecimiento liderado por la industria manufacturera, que es un modelo impulsado por la mano de obra barata, a un modelo innovador y de mayor valor agregado, que es uno sustentado por las fuertes ganancias de productividad. La urbanización será fundamental para facilitar este cambio, en especial debido a que permite que entren en funcionamiento las economías de escala.
Al presente, si bien China es el país más poblado del mundo y la segunda economía más grande del planeta, solo la mitad de la población vive en zonas urbanizadas, y menos del 10 % reside permanentemente en megaciudades. Además, la tasa de urbanización del país se mantiene muy por debajo del promedio mundial.
El crecimiento en las megaciudades de China –es decir en las zonas metropolitanas con una población de más de 10 millones de habitantes– ha estado fuertemente restringido por rígidas divisiones administrativas estatales y por las agencias de planificación. De hecho, en la búsqueda de una rápida industrialización, las megaciudades con frecuencia han sido menos exitosas en comparación con las ciudades más pequeñas en cuanto a acumular capital productivo, atraer inversión extranjera directa (IED) y demostrar su espíritu emprendedor, debido a que dichas ciudades pequeñas han podido evadir en gran medida las restricciones antes mencionadas.
En la década de 1990, la pequeña ciudad de Kunshan se convirtió en el principal centro de China para la fabricación de productos electrónicos. Al integrarse en las cadenas mundiales de suministro, las ciudades pequeñas de la provincia de Guangdong –incluidas entre ellas las ciudades de Dongguan, Huizhou, Shunde y Zhongshan– desempeñaron un papel fundamental en el establecimiento de China como la “Fábrica del Mundo”.
Pero, si bien se debe celebrar el éxito alcanzado por las ciudades más pequeñas, también se debe enfatizar que son las megaciudades de China donde se ubica el mayor potencial para alimentar el progreso futuro de la productividad –y, por lo tanto, el crecimiento futuro del PIB–. Hasta ahora, China tiene solo cuatro ciudades de “primer nivel” (con poblaciones que superan los 20 millones de habitantes): Pekín, Shanghái, Guangzhou y Shenzhen.
Dado el tamaño de la población y la economía de China, esa cantidad de ciudades no es muy grande. Y, de hecho, no existe ninguna razón para creer que estas megaciudades han alcanzado su capacidad, en términos de población o de contribución al crecimiento económico. Por otra parte, China tiene muchas ciudades dinámicas de segundo nivel, como Chengdu, Tianjin, Hangzhou, Wuhan y Suzhou, que son capaces de alcanzar el estatus de primer nivel, si se les da la oportunidad.
Con el fin de maximizar el potencial de las ciudades de China, el gobierno tendrá que ser mucho más adaptable y flexible, especialmente en lo que respecta a su notorio y estricto control de los ratios de desarrollo de tierras urbanas. En especial, China debe abandonar su sistema de cuotas de tierras, que no solo limita la cantidad de tierras que las ciudades pueden desarrollar para lograr el crecimiento futuro de la productividad, sino que dicho sistema también asigna una desproporcionada porción de tierras para fábricas. De lo contrario, la urbanización seguirá elevando aún más los ya altos costos de vivienda, pero no con la suficiente eficiencia como para dar energía al crecimiento y desarrollo sostenidos.
La buena noticia es que los gobiernos locales ya están trabajando con el gobierno central para aliviar o incluso eliminar las restricciones administrativas existentes. En China, los límites de las ciudades que son definidos administrativamente incluyen jurisdicciones tanto urbanas como rurales. Las jurisdicciones rurales –que se denominan como “condados”– se dedican principalmente a la agricultura. Por ejemplo, aproximadamente la mitad de la jurisdicción administrativa de Shanghái, de 6.340 kilómetros cuadrados de extensión, es rural.
Los gobiernos locales ahora están presentando las denominadas conversiones de condados a distritos con el fin de expandir los distritos urbanos hacia dentro de las jurisdicciones rurales. Estos esfuerzos, que son ampliamente apoyados por el gobierno central, permitirán un incremento en la construcción de viviendas y una mayor expansión industrial.
Otra estrategia para avanzar en la transición de China hacia un modelo de crecimiento liderado por las ciudades es ampliar el papel de los clústeres urbanos que aprovechan la fuerza de las ciudades de primer nivel para promover el crecimiento en las zonas menos desarrolladas. Desde el punto de vista económico, los deltas del Yangtsé y del Río Perla –que abarcan megaciudades como Guangzhou, Shanghái y Shenzhen– son indudablemente las aglomeraciones urbanas más importantes destinadas a generar mayores ganancias de productividad en el futuro, esto gracias a las economías de escala y a la complementariedad.
En este punto, también, los líderes de China ya se han puesto al día. Este pasado mes de marzo, el primer ministro chino Li Keqiang anunció un plan para el desarrollo de un clúster de ciudades en la zona de la gran área de la bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao, que cubre nueve ciudades, incluyendo Guangzhou y Shenzhen, así como las regiones de administración especial de Hong Kong y Macao.
Desde el año 2010 al 2016, el PIB anual de la zona de la gran área de la bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao se disparó desde $82.000 millones a $1.420 millones, convirtiéndola en la tercera economía urbana del mundo, solo detrás de las de Tokio y Nueva York. Sin embargo, la población de la zona de la gran área de la bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao está creciendo rápidamente, y su PIB per cápita es menos de la mitad que el de Tokio, lo que sugiere que queda mucho camino por recorrer antes de que se agote su potencial.
Por otra parte, los líderes de China parece que tienen su vista puesta en una segunda zona de gran bahía, cuyo centro se encuentra en la bahía de Hangzhou, misma que, debido a que se solapa con el delta del río de Yangtzé, podría ayudar ampliamente a la integración de esa ya próspera región. Tal clúster podría cubrir la megaciudad costera de Shanghái, así como cerca de 10 ciudades importantes adicionales a lo largo de las provincias de Zhejiang y de Jiangsu. Incluiría puertos de clase mundial, tales como el puerto de Ningbo-Zhoushan (el puerto con mayor actividad del mundo en términos de tonelaje de carga). Y, cubriría dos de las 11 zonas de libre comercio existentes en China. El resultado sería un área de bahía que alcance la escala de las bahías de San Francisco y Tokio.
El ritmo de crecimiento económico de China durante las últimas cuatro décadas no tiene precedentes. No obstante, China aún tiene la tarea pendiente de completar su ascenso para lograr el estatus de país rico. A medida que moderniza su economía en dirección a convertirse en una economía que se basa más en el conocimiento y que recibe mayor impulso de la tecnología, China una vez más saca provecho de sus fortalezas. No hay mejor ejemplo de esto que el esfuerzo en curso para aprovechar el potencial de las megaciudades.
Zhang Jun es profesor de Economía y director del Centro de Estudios Económicos de China en la Universidad Fudan de Shanghái. © Project Syndicate 1995–2017