De la sorpresa a la incredulidad; de ahí, a la indignación; y, de inmediato, al rechazo absoluto. Así, sin concesiones de ningún tipo, debemos manifestarnos, como una sola voz planetaria, contra la inaudita resolución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se apresta a incurrir en el garrafal error de considerar que la vejez debe ser incluida en la clasificación internacional de enfermedades a partir de enero del próximo año.
El sinsentido es, además de insólito, incomprensible e inadmisible.
Si ya en el siglo II Galeno de Pérgamo, famoso médico cirujano y filósofo griego del Imperio romano, escribió con letra indeleble que «el envejecimiento es un proceso natural», no hay explicación razonable para que la prestigiosa OMS admita semejante incongruencia, siquiera como una posibilidad.
Según parece, el entuerto se originó tras una decisión de la Asamblea General de la OMS en el 2018, en la cual los ministros de Salud de los países miembros, o sus representantes, incluida Costa Rica, votaron a favor de semejante exabrupto.
Realmente, no salgo del asombro. Después de todos los esfuerzos que hemos hecho en Costa Rica, reconocidos nacional e internacionalmente, en pro de las personas adultas mayores, estas conquistas corren el riesgo de ser borradas de un plumazo por el voto de alguien que tal vez, por involuntario olvido o despiste, no tomó en cuenta la existencia de los programas y la expectativa de vida que registran las personas adultas mayores en nuestro país, ni tampoco recordará el legítimo orgullo nacional por la longanimidad de nuestros centenarios de la zona azul de la península de Nicoya.
Uno de los distintos estados naturales. La vejez es una de las etapas que todos los seres humanos vamos experimentando en nuestras vidas y, por supuesto, es una fase tan normal como los períodos existenciales del recién nacido, preescolar, adolescente, adulto joven, adulto medio y adulto mayor; procesos todos ellos inherentes al curso de la vida, sin excepción en el mundo.
Es difícil comprender, entonces, la posición asumida por quienes votaron por dar cabida a la posibilidad de una declaración de la vejez como una enfermedad.
No debemos olvidar que Costa Rica ha invertido muchísimo en capacitación de personas en servicios especializados, oportunos y de excelente calidad, así como en programas preventivos, de promoción de la salud y de envejecimiento saludable, servicios inclusivos para toda la población urbana y rural mayor.
Programas como la red de cuidado para los adultos mayores han tenido reconocimiento internacional, así como el progreso de la red de servicios geriátricos y gerontológicos, en pleno desarrollo en el país, auge que, por supuesto, continúa y seguirá adelante, pese a que los recursos siempre son insuficientes para alcanzar todas las metas.
Todos los afanes citados han sido dirigidos con un objetivo clarísimo de ofrecer buena calidad de vida para que nuestros mayores sean independientes y autónomos, para que sigan viviendo con dignidad en sus domicilios, por muy modestos que estos sean.
Llamado de enmienda. Hago un respetuoso, pero vehemente, llamado de enmienda a la Organización Mundial de la Salud, porque el abordaje de una vejez digna y solidaria mantiene plena vigencia y adquiere aún más valor en plena crisis en un mundo convulso como el que experimentamos en la actualidad.
La vejez es una etapa lógica y normal en la existencia de los seres humanos, una fase digna de atender en un país como Costa Rica, que goza de un sólido sistema de salud universal, con óptima calidad y progreso social, a pesar de las vicisitudes que como nación estamos enfrentando.
En mi calidad de ciudadano amante de esta tierra bendita y como profesional de la salud al servicio de las personas adultas mayores, hago mis mejores votos para que se corrija esta posible decisión que, si llegara a materializarse, sería un error irreparable.
fernando.morales@ucr.ac.cr
El autor es médico geriatra y gerontólogo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica.