Los países miembros de la recién creada Alianza para el Desarrollo en Democracia tienen un compromiso político, moral y económico de rescatar la democracia del secuestro de los autócratas, empezando por Nicaragua.
Su prueba de genuino compromiso con el desarrollo en democracia empieza por su responsabilidad en el nombramiento de un legítimo secretario general del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y no por el impuesto por Nicaragua.
No es, ni debería ser, un eufemismo hablar de desarrollo en democracia porque no existe en las dictaduras del siglo XXI. Tampoco lo es si con esa frase se pretende hablar solo del club de la Alianza para el Desarrollo en Democracia (ADD) cuando en un mundo globalizado lo que pasa en Nicaragua afecta a Costa Rica, Panamá y República Dominicana, y viceversa. El ejemplo democrático y de cumplimiento de compromiso internacional de estos países incidirá para bien en el cambio político en Nicaragua.
Estos tres países han lidiado con crisis políticas y económicas sin recurrir a la represión ni a la criminalización de la protesta o del derecho constitucional, sin comprar armas para “protegerse” de la gente.
Son países con sus tradiciones y compromisos con la soberanía popular en un Estado de derecho, en donde el rendimiento de cuentas, el peso y el contrapeso sobrepasa cualquier otro acto político. Luchan contra la corrupción y contra poderes fácticos, y no protegen a ninguna dinastía. Promueven e introducen el diálogo, algo distante a lo que practica Nicaragua.
Entonces, ¿por qué el silencio frente a la tiranía nicaragüense? Unos especulan que es por temor a que el país se radicalice más y los afecte; otros, porque si no se hace lo que Ortega y Murillo dicen, les cerrarán la frontera y no permitirán el tránsito transfronterizo. Y otros creen que simplemente los líderes del siglo XXI no tienen la convicción de luchar por lo justo, lo bueno y lo noble, y es más conveniente guardar silencio, y que el tiempo se encargue del cambio. Esto se parece a venganza de autócratas, secuestrar a los demócratas.
Cerrar las fronteras no es posible. El transporte comercial que pasa desde Costa Rica hasta México, y viceversa, es de vital importancia, pero deja beneficios al régimen. Además, resulta difícil creer que los cancilleres y sus presidentes desprecien al régimen, por un lado, y cedan a su chantaje, por otro.
Saben que el interés nacional está en riesgo con una dictadura como la de Nicaragua. El canciller André Tinoco conoce bien la historia de las dictaduras en Nicaragua y su repercusión en Costa Rica.
Es un deshonor al espíritu, la práctica y la tradición de la democracia no expresar con acciones la transgresión por la que sufren los nicaragüenses. Para los miembros de la ADD, para Estados Unidos, Canadá, Chile, España y el resto del mundo es necesario interceder por el bien del pueblo nicaragüense.
Es cierto que hay costos de por medio, y es doloroso. Pero midan bien los costos y verán que el saldo es favorable para la democracia y el desarrollo. Además, los nicaragüenses están pagando esas cuentas; el dolor por el que pasan miles de nicaragüenses que huyen de su tierra (yo huí a Costa Rica en 1983), el dolor de los prisioneros de conciencia y la separación de sus familias, el dolor de los campesinos asesinados y las pérdidas económicas no tiene reparación. Pero hay opciones para salir de esto.
Esta opción empieza en los países miembros del SICA, asumiendo el compromiso de defender la democracia como lo hicieron al firmar el tratado de seguridad democrática, la Carta Democrática y las constituciones de sus países, que afirman la jerarquía del derecho internacional.
Presidentes y miembros de la ADD, el desarrollo en democracia es la libertad empresarial sin censura, cárcel o persecución.
No teman que su protesta radicalice más a Nicaragua: la obsesión por el poder de Ortega y Murillo es perversa y al país lo radicalizaron hace cuatro años.
Miembros de la ADD, no hay riesgo mayor que el silencio ante el secuestro de la democracia, porque, con el tiempo, no habrá vuelta hacia lo bueno, solo al dolor continuo y generalizado de asesinatos, cárcel y pobreza. El tiempo no es aliado. Practiquen su credo democrático.
El autor es politólogo nicaragüense.
