Justicia (del latín iustitia), según el Diccionario de la lengua española, es un principio moral que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
No es un valor genérico: se dirige a todas las personas singulares o colectivas. No es repartir, sino respetar. Busca satisfacer el derecho de todos y llegar a cada uno.
La reflexión clásica, expresada en la filosofía griega y el derecho romano, considera la justicia en referencia directa a las relaciones en el seno de la sociedad. Es una virtud y, por ende, un bien social.
Los griegos llamaban a las virtudes excelencias y los latinos, fuerzas. Una sociedad justa es una sociedad excelente, una sociedad fuerte. Un ciudadano no es virtuoso porque tenga deberes, sino porque los cumple. Un gobernante, también.
La justicia no está para ser debida, sino para ser ejercida; por ello, se mueve en el plano del cumplimiento. La justicia no «cumple y miente».
Temis, la diosa griega del orden, inspiró la estatua de la Justicia. En la antigua Roma le llamaron Iustitia. Desde tiempos romanos la representaron como una mujer con los ojos vendados que esgrime con su mano derecha la espada y en la izquierda, la balanza.
La venda en los ojos le impide favoritismos. La espada simboliza la fuerza inflexible de la letra de la ley (dura lex, sed lex); la balanza, el equilibrio, el razonamiento y la búsqueda de la justicia.
Cometidos de esta noble dama: procurar lo justo, basarse en hechos, medirlos y dictar sentencia con autoridad. Ejecutar su misión. Pero hechos y derechos no siempre caminan juntos. Los actos no siempre son rectos, y quienes esgrimen la espada pueden entregarla.
Pervertido el derecho, pervertida la justicia, pues es su objeto: lo recto (del latín directus). El terreno de la injusticia es el de los actos que lesionan las relaciones humanas porque perturban el orden social. Lesionan el derecho.
Un hijo de la justicia es el bien común: el fin de la sociedad. Un bien que une. Tiene un carácter moral, pues trata con personas. No se reduce a ventajas o utilidades.
Se afirma que el bien común constituye el criterio principal para juzgar el ejercicio de la acción política y, en particular, la acción del gobierno, que debe orientarse hacia él como aquello que la justifica.
Desvío de dinero, abuso de poder, sobornos, tráfico de influencias, evasión fiscal, extorsión… Corruptio optimi pessima: la corrupción de lo mejor es lo peor. ¿Dónde estás noble dama? ¿Dónde estás Justicia?
La autora es administradora de negocios.