Uno de los lectores de “El bumerán de la corrupción”, me pide que hable de las causas de la corrupción, para tratar de conocer mejor y atacar en su raíz el mal. Trataré de responder a su inquietud con la ayuda de ustedes que podrán completar y mejorar esta enumeración tentativa.
La desigualdad social es la fuente más clara de corrupción. Darío Valencia Restrepo, recordando lo elevado del coeficiente Gini (que mide la inequidad) señalaba hace poco que Colombia aparece entre los países con un más alto coeficiente entre el listado del mundo, los de peor distribución de la riqueza.
Por consiguiente, estamos lejos de países en los que se genera el fenómeno de que, por ser “sociedades más igualitarias, se desempeñan mejor que las menos equitativas en importantes campos sociales, son más humanas y benefician a todo el mundo, no solo a los menos favorecidos.
Todo lo contrario de lo que percibimos cada día en Colombia, donde la inequidad es fuente de todo tipo de males, el primero de ellos la pobreza extrema, que se incrementa en la medida en que la corrupción arrebata los recursos que podrían aliviar las condiciones de la población en estado de pobreza o de extrema pobreza.
Violencia objetiva. Como consecuencia de lo anterior, la violencia objetiva que padece la sociedad desde hace más de medio siglo, que trae consigo también secuelas impresionantes de corrupción. Por ejemplo, con la expoliación de la riqueza de las regiones a través del robo de las regalías, o haciendo imposible, como ocurre con la violencia guerrillera y paramilitar, la explotación de inmensas regiones del país. Junto con la acción corruptora del narcotráfico, y el afán de enriquecimiento ilícito, porque se ha ido posesionando una cultura de hacer dinero fácil, de hacer plata por sobre otras consideraciones, de un consumismo irreflexivo.
La violación de los derechos fundamentales es una causa clave como la desigualdad social.
Las familias se empobrecen, se disminuye el empleo, aumenta el vandalismo, el robo y las bandas criminales, se viola el respeto a la vida, se vilipendia la dignidad humana, se ultraja a los niños, a los ancianos y a las personas en condiciones de desprotección, por ejemplo a los desplazados de la violencia.
Ineficacia de la educación. En estrecha relación con lo anterior, la ineficacia de la educación que no prepara a la gente para servir a su país, sino para servirse del país, que no los educa en el respeto a lo público y a los bienes de todos, que no forma ciudadanos con conciencia de lo comunitario y de la participación, que debería llevarnos a todos a velar por lo de todos.
Finalmente tres causas vinculadas a las dos últimas: la ineptitud de la justicia, que es lenta e ineficaz en los procesos para castigar el delito y condenar con rigor a quienes roban al estado o a quienes desde la empresa privada estimulan la corrupción de los funcionarios públicos; los millones de expedientes que duermen el sueño de los justos son un símbolo aterrador de una justicia corrupta.
La perversión de la autoridad militar o civil hace todavía más difícil contener todos los demás tipos de corrupción.
Y, finalmente, la falta de integridad ética en lo privado y en lo público.
La ética no es una prioridad social y está relegada a un segundo plano: lo que importa es la eficacia por la eficacia, hacer dinero y, como mucho, se busca hacer lo políticamente correcto que no es lo mismo que hacer lo éticamente correcto.