Clotilde Obregón, en un interesante artículo publicado en el 2010 bajo el título “Lo que se anexó”, nos muestra la forma en que, a partir de 1821, el nuevo Estado costarricense aplicó sus dispositivos de seguridad y disciplina sobre el territorio.
La historiadora nos cuenta la manera como paulatinamente el país fue construyendo su división territorial: Departamento Occidental (San José) y el Departamento Oriental (Cartago). Para esa época, Matina y Turrialba se consideraban parte del oriental y Esparza, Puntarenas, los valles de Bagaces y Las Cañas, del occidental.
Los argumentos de Obregón nos conducen a comprender cómo, luego de los acontecimientos en Nicoya, ocurridos el 25 de julio de 1824, el recién formado Estado costarricense crea una nueva división territorial con el fin de incorporar el territorio del Partido de Nicoya a Costa Rica.
La estrategia consistió en crear un tercer departamento, denominado Guanacaste, cuyo territorio estaría integrado no solo por el del Partido de Nicoya, sino también por Bagaces, Tilarán y Cañas. Hacia 1848, con la llegada de José María Castro Madriz y la nueva Constitución, se cambió la denominación a provincia y se crearon dos comarcas adicionales: Puntarenas y Limón.
En síntesis, la Anexión implicó para el país un proceso que incluyó la construcción de políticas para asegurar el territorio, establecer el ejercicio de la soberanía y el control de la población. La división política de la provincia de Guanacaste es el resultado de una serie de políticas que procuraron una eficaz y duradera asimilación al territorio costarricense.
Lo anterior significó el diseño de una política exterior que la reforzara de un reclamo en el futuro. Los límites del territorio hacia fuera se consolidaron y los límites internos armonizaron la incorporación del territorio.
Sin embargo, la asimilación de la población no tuvo tanta importancia dentro de este proceso. En 1891, Francisco Montero Barrantes, por encargo del presidente, viajó a Guanacaste y señaló que esa sección de la República no había “alcanzado el progreso material” a pesar de las riquezas que pudo observar.
De todos los lugares que visitó, en ninguno pudo reconocer posibilidades de crecimiento futuro e hizo una serie de recomendaciones con el fin de incorporar económicamente a Guanacaste al desarrollo nacional.
De igual forma, en 1890, en el periódico El Guanacasteco se destacaron en el editorial dos elementos importantes. Por un lado, que las “profundas” divisiones internas en la provincia fueron superadas, pero, por otro lado, que aún no se lograba “ahuyentar” la miseria.
En ese mismo sentido, Félix Belly, en el texto “Guanacaste a mediados del siglo XIX”, señaló en múltiples ocasiones el abandono de la población y aseguró que era un “país casi virgen”.
Esta falta de atención de la política territorial posanexión se extendió hasta mediados del siglo XX. Las primeras instituciones educativas aparecieron a finales del siglo XIX y se consolidaron 50 años más tarde.
En 1950, el periódico El Guanacaste relató la tragedia sanitaria de las distintas comunidades durante la visita del ministro de Salud, Dr. Carlos Sáenz Herrera, a la provincia.
Diez años después, a principios de 1960, en este mismo diario, se anunció una política del INVU para la construcción de casas en Guanacaste, de tal forma que “numerosas madres campesinas, millares de padres de familia” dejaran “de andar al garete de finca en finca, de hacienda en hacienda buscando techo, consiguiendo rinconcitos donde vivir”.
La Anexión fue tardía en la incorporación social de la población de Guanacaste para el disfrute de derechos y acceso a servicios básicos. Y más tardía fue la compresión de que no solamente se incorporaron un territorio y una población, sino también tradiciones, costumbres, ritos, músicas, gastronomía, bailes, visiones de mundo, entre muchas otras expresiones culturales que empezaron apenas a ser reconocidas casi un siglo después.
Las políticas internas para administrar la posanexión fueron exitosas en términos de asegurar el territorio y lograr la obediencia de la población. Lean, por ejemplo, el acta firmada en Santa Cruz. Sin embargo, la posanexión edificó todo un conjunto de controles, decisiones y coacciones que recayeron sobre la población que hoy llamamos Guanacaste y que terminó por imprimir una identidad que invisibilizó las raíces profundas de un territorio y una población que en 1800 alcanzaba una composición social del 80 % de origen negro (pardos, mulatos, zambos).
Es fundamental visibilizar las deudas pendientes que no fueron resueltas durante la posanexión con vistas a las conmemoraciones del bicentenario de la Anexión.
El autor es docente e investigador del Centro Mesoamericano para el Desarrollo Sostenible del Trópico Seco.