La declaración elaborada por economistas internacionales “América Latina al final de la bonanza y los riesgos derivados de la política” enfatiza el fin de la “bonanza” durante el período 2004-2013 e integra la visión de riesgos derivados de las crisis de las economías emergentes y su repercusión en la región.
La pasada década se caracterizó por la ausencia de los riesgos de contagio financieros provenientes de crisis en otros países emergentes, tal como ocurrió durante las crisis del Tequila en México, la asiática de 1997 y la de Rusia de 1998. Solo la crisis global golpeó transitoriamente a la región en el 2008 y el 2009.
Un hecho que cambió la percepción de riesgo de las economías emergentes y ha generado una disminución marcada, pero gradual en los flujos de capitales hacia estas economías fue el aumento potencial en las tasas de interés de EE. UU. en mayo 2013, y que sigue en la mente de los inversores internacionales desde el anuncio de la Reserva Federal de reducir su programa de compra de activos.
Aunado a esta situación, el Comité Latinoamericano había advertido el riesgo de una desaceleración en el crecimiento de China y sobre las consecuencias del fin del superciclo en los precios de las materias primas, lo que repercutiría en los países de Sudamérica, donde el país asiático es el principal socio comercial. En Costa Rica, sin embargo, la caída de los precios parece no haber trasladado sus beneficios a los consumidores.
La evolución futura de la política monetaria en los EE. UU., y la revaluación del riesgo de las economías emergentes en general aumentan la probabilidad de que ocurra un frenazo en los flujos de capitales a la región, aunque el cambio es relativamente gradual hasta la fecha.
Las políticas domésticas de los países de la región contribuyen a aumentar los riesgos derivados del escenario externo. El deterioro de los balances fiscales y de cuenta corriente en varias economías de América Latina, la presencia de riesgos ocultos asociados con altos niveles de endeudamiento en moneda extranjera –tanto del sector público como del privado– y la falta de políticas tendientes a ampliar la productividad ayudan a acrecentar la vulnerabilidad económica de la región.
Efecto regional. Todo este conjunto de factores impacta la economía de la región. El crecimiento estimado cayó de un promedio regional de 4,5% en el 2011 a apenas un 1,2% en el 2014. Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el promedio de las economías emergentes pasaron de crecer en un 6,3% a hacerlo en un 4,4% durante el mismo periodo.
Los flujos brutos de capital a la región también han caído. El Instituto Internacional de Finanzas proyecta una caída adicional de cerca de $264 billones en el 2015. Las devaluaciones observadas en el último año son particularmente fuertes en los países que anteriormente habían sufrido las mayores apreciaciones de su moneda (Brasil y Colombia) y, como consecuencia, tenían desde antes mayores déficits en sus cuentas corrientes.
Adicionalmente, la caída de los precios de las materias primas tuvo un impacto directo e indirecto significativo en las cuentas fiscales de la mayoría de los países de la región. Ante el convencimiento de que se están enfrentando a un choque adverso de carácter persistente, algunas autoridades fiscales están procediendo a efectuar ajustes fiscales, a través de recorte de gastos y aumento de recursos tributarios (como son los casos de México, Colombia y el anuncio de reformas fiscales en Brasil).
En este ambiente se ha producido, además, el deterioro de algunas calificaciones crediticias, situación similar a la que se presenta en Costa Rica ante la actual política fiscal expansionista, que lleva a una baja en la clasificación por parte de la agencia de calificación del riesgo Moody’s.
Existe la posibilidad de que se entre en una segunda fase u ola de reducción de la exposición de los inversionistas internacionales y de los flujos de capital a los mercados emergentes. Estos nuevos riesgos se basan en desarrollos y noticias que pueden elevar a otro plano la volatilidad, la incertidumbre y golpear a los mercados emergentes individual y colectivamente.
La lista de riesgos más relevantes incluye el apretón de la política monetaria en Estados Unidos y el potencial contagio en mercados emergentes.
El marco de política monetaria del Sistema de Reserva Federal (Fed) está abandonando las políticas monetarias expansivas no convencionales. Se espera el aumento de las tasas de interés para el segundo semestre del 2015. Sin embargo, existe la posibilidad de que el mercado cambie sus expectativas sobre la rapidez y la magnitud de la normalización de la política monetaria en los EE. UU., y aumentará la volatilidad y la incertidumbre en los mercados financieros internacionales.
El rápido fortalecimiento del dólar, beneficioso para quienes exportan a EE. UU., pone en la palestra los riesgos asociados al endeudamiento en dólares en los sectores público y privado que se acumuló durante la gran bonanza. La vulnerabilidad se complica porque en muchos casos esta deuda fue acumulada por el sector privado. La localización de los riesgos se hace más opaca y la capacidad de acción directa del sector público se ve reducida.
Es de señalar que el crecimiento de la economía de los Estados Unidos es una buena noticia.
Inestabilidad. Nuevas fuentes de potencial riesgo de contagio aparecen en los mercados emergentes. Posiblemente, el caso más visible es el de Rusia. Otro es el escenario de salida de Grecia de la zona euro y el caso de Turquía, que podría ser una fuente de inestabilidad sistémica.
En la región, la crisis política y una probable rebaja en la calificación de riesgo de Brasil por debajo del grado de inversión y el caso de Venezuela surgen como otras fuentes potenciales de inestabilidad.
Aunado a lo anterior, la alta volatilidad esperada y el mayor endeudamiento debilitan el efecto de la política monetaria y fiscal, haciendo más impredecibles sus resultados. Esto se complica, aún más, en aquellos casos en que las economías exhiben un alto grado de dolarización de sus pasivos.
Un golpe negativo de tipo permanente debe acomodarse mediante un ajuste fiscal de manera gradual y creíble. Un riesgo importante por evitar es que el ajuste asociado a las políticas diseñadas para enfrentar cambios permanentes sea de mala calidad. Por ejemplo, que el proceso resulte en reducciones inapropiadas en la inversión, en la introducción de impuestos distorsivos o en un aumento en la inseguridad regulatoria.
En este contexto, es importante que los países tomen estas variables externas en cuenta en el manejo de las decisiones de la política económica por parte de las autoridades. Las economías son menos estables y más interrelacionadas unas con otras. En el caso de Costa Rica se deben privilegiar aquellas políticas que mejoren la resistencia del país a contagios externos de un ambiente económico adverso.
La declaración “América Latina al final de la bonanza y los riesgos derivados de la política” fue redactada conjuntamente por Laura Alfaro, profesora Escuela de Negocios de Harvard, exministra de planificación nacional y política económica, Costa Rica; Guillermo Calvo, profesor, Universidad de Columbia; ex economista jefe Banco Interamericano de Desarrollo; Pedro Carvalho de Mello, profesor, Universidade de Sao Paulo, excomisionado, comissao de Valores Mobiliarios, Brazil; Pablo Guidotti, profesor, Universidad Torcuato di Tella, exviceministro de Finanzas, Argentina; Guillermo Perry, investigador no residente, Centro para el Desarrollo Global, profesor Universidad de los Andes, exministro de Finanzas, Colombia; Carmen Reinhart, profesora, Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Universidad de Harvard; Liliana Rojas-Suarez, presidenta CLAAF, investigadora principal y directora, Iniciativa Latinoamericana, Center for Global Development; y Ernesto Talvi, director de Ceres; ex economista jefe Banco Central del Uruguay. La autora fue ministra de Planificación Nacional y Política Económica del 2010 al 2012 y actualmente es catedrática de la Universidad de Harvard.