Tras el tambaleante y poco convincente espectáculo del presidente estadounidense, Joe Biden, en el debate contra el expresidente Donald Trump el 27 de junio, no es ninguna exageración decir que puede que el futuro de nuestro planeta dependa de una decisión que debe tomar.
¿Quiere pasar a la historia como el responsable de las desastrosas consecuencias de un segundo gobierno de Trump? ¿Será parte del grupo de estadistas cuyos esfuerzos de toda una vida por hacer el bien se malograron por su negativa a poner el interés público primero?
Para progresistas como yo, Ralph Nader una vez fue un héroe. Su primer libro, Inseguro a cualquier velocidad, fue una devastadora denuncia de cómo la industria del automóvil estadounidense pone las utilidades por sobre la seguridad. En 1965, año de su publicación, cerca de 50.000 personas murieron en las carreteras del país.
El libro generó un crucial debate público que llevó a la promulgación de leyes para mejorar la seguridad de los automóviles. Para el 2011, la cifra de muertes en las carreteras estadounidenses se había reducido a 35.000 y, considerada per cápita, era menos de la mitad de lo que había sido 45 años atrás.
Nader merece gran parte del crédito por los cambios que han ocurrido en todo el mundo en ese ámbito. El total de vidas salvadas desde los años 60 ahora debe de estar en las decenas de millones y es probable que el de las lesiones evitadas sea varias veces mayor.
Sin embargo, ese no es el legado de Nader. Las presidenciales estadounidenses de noviembre del 2000 fueron una contienda entre el demócrata Al Gore, entonces vicepresidente del país, y George W. Bush, nominado republicano.
Nader fue candidato del Partido Verde y rechazaba a Gore, a pesar de que este había hecho de la protección ambiental su principal preocupación. Mientras Gore había escrito el éxito de ventas de 1992 La tierra en juego, libro que conminaba a adoptar medidas drásticas para enfrentar el cambio climático y otras crisis ecológicas, Bush era el candidato de la industria del petróleo.
Cuando llegó el momento de contar los votos, la elección pasó a depender de cuál de los candidatos ganaba en Florida. Bush ganó el estado, y la presidencia, por 537 votos, después de que la Corte Suprema estadounidense detuvo un recuento. Nader recibió 97.488 votos en Florida. No hay dudas de que, si no hubiese sido candidato, muchos más de sus votantes habrían preferido a Gore por sobre Bush, y Gore habría salido elegido presidente.
Una de las primeras medidas del gobierno de Bush fue anunciar que EE. UU. no suscribiría el Protocolo de Kioto, que fijaba objetivos vinculantes de emisiones para los países industrializados. Sin un liderazgo sólido de los estadounidenses, pronto los esfuerzos internacionales por reducir los gases de efecto invernadero quedaron en nada, y desde entonces nunca se ha recuperado lo necesario para evitar un catastrófico cambio climático.
Como resultado, a pesar del inmenso bien que Nader hizo posible como activista de la seguridad en las carreteras, su principal legado es que impidió que el único estadounidense que veía el cambio climático con la seriedad necesaria fuera presidente en un momento cuando la ventana de oportunidad para prevenir el desastre era mayor a lo que es hoy.
De manera similar, cuando Ruth Bader Ginsburg era jueza de la Corte Suprema, la admiraba por su defensa de los derechos reproductivos y la igualdad de la mujer. Sin embargo, en el 2013 tenía ya 80 años, la persona de más edad de la Corte, y había recibido dos veces tratamiento contra el cáncer.
En un almuerzo privado en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama le dijo que en las elecciones a mitad del mandato que se avecinaban, posiblemente los demócratas perderían el control del Senado. La implicación era obvia: si Ginsburg renunciaba, Obama nombraría un reemplazante mucho más joven que sostendría en las décadas venideras los valores liberales que ella y él compartían.
Otros le hicieron la misma sugerencia, pero ella no renunció. Tras su muerte, Trump nominó a su reemplazante, Amy Coney Barrett. La mayoría conservadora de la Corte revocó Roe contra Wade, que había dado protección constitucional al aborto durante casi medio siglo, y pronto los gobiernos estatales comenzaron a imponer restricciones draconianas. Esa misma mayoría conservadora está socavando en este momento el poder de la Agencia de Protección Ambiental.
Biden dijo en el debate que en el 2020 fue candidato no por un deseo de poder, sino para parar a Trump, y que está volviendo a hacerlo hoy por la misma razón. Pero el debate mostró con gran claridad que sufre deterioro cognitivo y no hay manera de que cumpla el cargo de presidente en forma competente otros cuatro años.
Si Biden cree en lo que dice, y evitar que Trump vuelva a ganar la presidencia es su objetivo primordial, tiene que anunciar que en la Convención Demócrata de agosto próximo liberará a sus delegados de la obligación de votar por él y les pedirá que lo hagan por el candidato con las mejores opciones de derrotarlo.
Es muy posible que Gretchen Whitmer, la popular gobernadora de Michigan, Gavin Newsom, gobernador de California, y varios otros tengan mejores probabilidades de parar a Trump que las que Biden tiene en la actualidad.
Peter Singer, fundador de la organización benéfica The Life You Can Save, exprofesor de Bioética en la Universidad de Princeton.