“¿Qué fue eso que no aprendí en la escuela?”, se preguntó recientemente Cristian Cambronero en el espacio “Tinta fresca” de la Revista Dominical de este diario. La preocupación es vital y legítima. Afortunadamente, algo ha cambiado en nuestra educación. Es apenas un inicio que, sin duda, requiere muchos pasos más, pero la escuela de hoy ha empezado a ser distinta que la escuela de ayer.
Comer. “La escuela no me enseñó a comer –dice Cristian–, a no engordar, ni a procurarle a mi cuerpo los nutrientes para conseguir algo más que la mera supervivencia”. Fue así por mucho tiempo. Hoy, desde los contenidos de los programas de Vida Cotidiana (antes Educación para el Hogar) hasta el Reglamento de Sodas Escolares, hay un claro énfasis en aprender a comer, a disfrutar una comida diversa, sabrosa, saludable y a gozar el acto mismo de compartir los momentos de comer juntos.
Correr. “La escuela no me enseñó a correr –comenta Cristian–. No me enseñó a moverme, a no ser una maceta”. Fue así por mucho tiempo. Los nuevos programas de Educación Física no son ya la vuelta a la plaza o las mejengas que Cristian recuerda. Hoy se aprende la importancia del movimiento, del juego, de la danza, del famoso “fair play”, que no es más que otra forma de aprender sobre convivencia.
Sexualidad. “La escuela no me enseñó a coger –afirma Cristian–. Nos enseñaron sobre reproducción, pero no sobre afectividad y, mucho menos, sobre placer”. Fue así por mucho tiempo, pero, gracias a una de las reformas más polémicas que impulsamos, nuestras alumnas y alumnos hoy conversan con tranquilidad sobre el placer, sobre el afecto, sobre cómo querernos sin lastimarnos, sin humillarnos, sin “usar” al otro. La sexualidad y la afectividad son hoy parte de nuestro sistema educativo.
Tener. “La escuela no me enseñó a tener –agrega Cristian–. No me enseñó a ahorrar, a pedir, a deber, a pagar”. Fue así por mucho tiempo. Ahora, en Vida Cotidiana, se aprende sobre esas finanzas personales y familiares que son parte de la vida de todos: hacer un presupuesto, usar los bancos, no endeudarse innecesariamente, usar bien el crédito, ahorrar e invertir. Es una reforma incipiente y requiere mucha más capacitación a nuestros docentes, pero está ahí y avanza como parte de ese proceso de aprender a vivir en el mundo de hoy.
Usar la indagación. Cristian no lo menciona directamente, pero debemos decirlo: la escuela nos enseñaba a responder preguntas, muchas veces de memoria. Fue así por mucho tiempo, pero se han dado pasos cruciales para que los estudiantes aprendan a partir de las preguntas, no de las respuestas, para que usen la indagación, para que piensen lógicamente, para que resuelvan problemas y desarrollen proyectos. Eso no era así. Hoy empieza a serlo en diversas asignaturas: en Ciencias, en Matemáticas, en Español y en Cívica se disfruta más y se aprende en un sentido mucho más activo y crítico.
Importancia del arte. Finalmente, está el arte: siempre postergado y menospreciado. Hoy, desde preescolar hasta secundaria, nuestros centros educativos han visto resurgir la importancia de la música, la literatura, las artes visuales o la danza. Disfrutar, apreciar, entender y, sobre todo, ser capaz de expresarse artísticamente: objetivos simples pero esenciales para saber vivir. No dudo de que fueron apenas pasos iniciales, pero, hoy, la educación artística y el Festival Estudiantil de las Artes han vuelto a poner la creatividad y el arte en manos de nuestros niños y jóvenes.
Cristian tiene razón: la escuela no nos daba nada de eso, pero, como él bien dice: “Por fortuna es mucho lo que se ha avanzado en los últimos años. La visión integral del deporte y el bienestar, o los programas de educación para la afectividad y sexualidad, están hoy a años luz en el futuro. Pero mucho más está pendiente”.
Primeros pasos. Los pasos que dimos son solo eso: “primeros pasos”. Pasos que propiciaban un cambio de dirección. Pasos que buscaban hacernos capaces de educar para la vida y la convivencia. Esos pasos, para consolidarse, deberán contar con lo único que realmente cambia la educación: el trabajo de cada docente en su aula, en su escuela, en su colegio. En sus manos está.