La campaña del periódico La Nación para dotar de libros de texto a los estudiantes de Costa Rica, ha posicionado de nuevo la verdadera problemática de nuestra educación, el que un 61,9 % de estudiantes que inician primer grado no culminan exitosamente su educación secundaria; en otras palabras solo 381 estudiantes de cada 1.000 la completan.
Estos datos se suman a otros, como que la gran mayoría de la expulsión escolar se da en secundaria y los que sobreviven tardan en promedio 9,4 años en terminar y no los cinco años esperados.
Realidad escandalosa. De tanto oír estos datos, nos hemos vuelto insensibles, ya que esta realidad es escandalosa e insultante para un país que se precia de su nivel educativo, de la preocupación de brindar oportunidades de ascenso social y desarrollo personal y de su pretensión de ser primer mundista.
Sabemos de sobra acerca de las causas de la expulsión escolar, siendo dos las fundamentales: los problemas socioeconómicos y el desinterés por el estudio.
Con la primera causa, solo una adecuada distribución de la riqueza puede garantizar una menor expulsión; desgraciadamente vamos para atrás en este aspecto, como lo demuestra el creciente índice de Gini. Más aún, muchos analistas confirman cómo esta desigualdad continúa acentuándose, y un ejemplo es la reciente crisis económica, cuyos efectos negativos han recaído sobre los más pobres y vulnerables.
En relación con la segunda causa, cuando uno conversa con estudiantes de secundaria acerca de lo que significa desinterés por el estudio, se encuentran explicaciones que van más allá del término en sí.
Una de ellas es que el colegio “no me ayuda ni entiende”, o sea, no llena las necesidades de contención afectiva que es parte del quehacer escolar. Al colegio no se va solo a aprender materias básicas, sino que también es un espacio de intercambio con otros adolescentes y adultos que pueden apoyar, aconsejar y contener ante diversas necesidades, las cuales forman parte del proceso de maduración progresiva que es la adolescencia.
Sin embargo esto se ha ido paulatinamente abandonando en el sistema educativo. El concepto de comunidad estudiantil, que siempre caracterizó a nuestra educación, en donde estudiantes, profesores, administrativos y padres de familia convivían con un fin común, es cada vez menos viable.
La razón de lo anterior, guarda relación directa con lo que expresan los estudiantes al decir: “al que no entiende, lo sacan”. O sea, el énfasis de la educación no es el desarrollo humano integral basado en la contención de los estudiantes, sino el adquirir conocimientos y algunas destrezas tecnológicas, y quien no rinde en este sistema, es expulsado.
“A mí no me valoran y mis habilidades no son importantes”, expresa una joven de 15 años, con problemas de aprendizaje pero hábil en el dibujo y la pintura. Esto refleja y confirma en qué se han convertido los colegios y que lo reclaman los adolescentes; sitios donde solo teniendo buenas notas académicas se sobrevive bajo el concepto de buen estudiante.
Lo anterior significa que el rendimiento académico define qué es ser buen estudiante cuando muchas buenas personas no pueden llenar este requisito por muy variables razones (problemas aprendizaje, déficit atencional, discapacidad, depresión, problemas familiares, entre otros) .
Tener buenas notas no necesariamente me define como una buena persona, pero sí una buena persona se esforzará siempre por tener las mejores notas posibles.
Necesidad de diálogo. “A mí no me escuchan ”. La necesidad de sentir que las opiniones son escuchadas respetuosamente y sobre todo que pueden producir cambios, es probablemente la principal contención para un ser humano, ya que se siente reconocido y parte de un algo. Es además la primera barrera contra las conductas violentas.
Los cambios que ha planteado el ministro de Educación a nivel de secundaria, de rescatar la importancia del arte y el deporte o programas como el ‘Cole en tus manos’, van en la dirección correcta. A la par debe ir el recuperar los espacios de reflexión, expresión y participación social.
Sin embargo, el abandono de estos programas ha sido tal, que implementarlos requiere un esfuerzo de todos los niveles del sistema educativo, si queremos impactar de alguna manera en esta verguenza que es la expulsión escolar.