Los cambios en el sistema político y económico de fines del siglo XX han llevado a que los jóvenes se organicen a través de nuevas formas de protesta social. Tales protestas dieron inicio a partir de la reunión de la OMC en Seattle (1999), en la que mediante el uso de las nuevas tecnologías convocaron ampliamente para mostrar su descontento social a escala internacional por las políticas públicas en los ámbitos sociales, financieros y ambientales, especialmente. Tales manifestaciones han mutado para dar paso a movimientos como el 15-M (indignados) y OWS (Ocupa Wall Street).
Los cambios en la organización social y en el espacio público promueven la participación de grupos subalternos, en este caso de los jóvenes, quienes en estos momentos, a lo largo y ancho del mundo, discuten públicamente sus preocupaciones e identidades e intentan cambiar el sistema para hacerlo más democrático e inclusivo.
Los jóvenes son parte significativa del panorama político, social, económico y cultural. Establecen un conjunto de relaciones sociales solidarias y compiten a la vez con otros actores sociales. La comunidad de académicos recién ha tomado conciencia e intenta incorporar a los jóvenes como una categoría de análisis. Hacerlo permite estudiar nuevas formas de relaciones sociales y las diferencias que propician desigualdades duraderas al institucionalizarlas.
Tal sistema de desigualdad es el resultado de mecanismos promotores de explotación, jerarquización y el acaparamiento de oportunidades.
En este momento pueden formularse algunas preguntas: ¿cuál es el papel del Estado en el reconocimiento de los jóvenes como actores sociales? ¿Son los jóvenes actores políticos? ¿Los movimientos promovidos y creados por jóvenes son movimientos sociales? ¿Cuánto reconocimiento tiene la participación política, social, económica y cultural de los jóvenes? ¿Sirven las categorías de movimiento social o de clase para analizar los movimientos de jóvenes?
Existen diversas formas de mirar a los jóvenes. Una de ellas es a partir del análisis de su marginalidad, tanto por ser considerados marginales dentro del sistema político y económico, como marginales por ser jóvenes (considerado por algunos como un periodo de transición, por otros como adultos emergentes), marginales por estar excluidos de las oportunidades acaparadas por generaciones mayores, y marginales por ser considerados una amenaza social y política. Precisamente, esta característica de marginalidad los hace construir una “comunidad” que crea su propio tipo o modelo como agentes sociales, y formas comunicativas y de identidad.
Los cambios en los paradigmas y la posibilidad de incorporar herramientas analíticas de otras disciplinas posibilitan el estudio efectivo de los jóvenes como actores sociales; en otras palabras, romper con el modelo estadístico anclado en la edad.
El politólogo argentino Ernesto Laclau ofrece otra forma de aproximarse al estudio de los jóvenes como actores, al proponer una metodología que vincula las demandas insatisfechas con la formación discursiva de “pueblo”, por analogía, la formación discursiva de “jóvenes”. Laclau establece que “la frustración de una serie de demandas sociales hace posible el pasaje de las demandas democráticas aisladas a las demandas populares equivalenciales”.
Lo anterior deviene en que “el pasaje de las demandas democráticas a las populares presupone una pluralidad de posiciones subjetivas: las demandas surgen, aisladas al comienzo, en diferentes puntos del tejido social, y la transición hacia una subjetividad popular [de jóvenes] consiste en el establecimiento de un vínculo equivalencial entre ellas”. En otras palabras, la creación de públicos participatorios. La promoción de la democracia y los procesos de democratización atraviesan por la formación de tales públicos.
Hoy los jóvenes demandan como entes críticos que son (en sentido retórico y de praxis política) y no jóvenes como paródicos (en sentido de espectáculo extravagante, festivo, humorístico o violento) movidos por la creciente polarización social y la marginación que sufren y en procura de un cambio en el sistema.