Costa Rica se ha vendido al mundo como un país “Esencialmente natural” y “Sin ingredientes artificiales”. Nuestras riquezas biológicas, resguardadas mediante un extenso sistema de áreas protegidas que cubren casi el 25% del territorio nacional, y más de un 90% de la energía proveniente de fuentes renovables, nos han colocado como líderes mundiales en la sostenibilidad, lo que apoya, en parte, nuestra marca país.
Rezago insostenible. Sin embargo, el rezago en el manejo sostenible de los residuos sólidos se ha convertido en nuestro talón de Aquiles. Esto ahoga a nuestras comunidades, ríos y mares con miles de toneladas de basura y residuos que ponen en peligro el medio ambiente, nuestra salud y la gallina de los huevos de oro: el turismo.
Solo en la provincia de Guanacaste, a más de 122.000 personas sus respectivas municipalidades no le brindan el servicio de recolección de basura, panorama que, lamentablemente, se repite, en menor o mayor medida, en el resto del territorio nacional. Al no tener otra alternativa, estas familias se ven en la necesidad de quemar su basura, lanzarla a un río, lote baldío o botadero a cielo abierto.
A la debilidad en la cobertura de recolección de los desechos, debe sumársele el ínfimo porcentaje de reciclaje de Costa Rica: 0,4% del total de sus residuos y la “incultura” de tirar basura en lugares públicos.
Los efectos directos e indirectos de este mal manejo de los residuos sólidos están impactando directamente el agua, el aire y el suelo. Los lixiviados provenientes de los botaderos a cielo abierto pueden llegar a contaminar acuíferos de los que se abastecen las comunidades con metales pesados, nitritos y contaminantes biológicos, como coliformes fecales.
Las aguas superficiales de los ríos Tárcoles y Barranca, así como otros efluentes en las siete provincias, arrastran miles de residuos hasta nuestras playas y mares, incluyendo un gran porcentaje de los 130.000 kilos de plástico que se usan en Costa Rica a diario.
La calidad del aire se ve afectada sobre todo en zonas rurales donde es una práctica común quemar los residuos frente a las viviendas, acción que afecta directamente la salud de la población e indirectamente el recurso hídrico.
Mea culpa. Reconocer el problema de Costa Rica en esta materia es el primer paso para buscar soluciones reales. Es un trabajo complejo, pues debe contemplarse desde la ineficiente recaudación de fondos y la debilidad general de las estructuras internas de las municipalidades hasta la inexistencia de esfuerzos multisectoriales, por ejemplo, para concebir y difundir una campaña eficaz en los medios de comunicación capaz de crear conciencia ciudadana sobre el manejo adecuado de sus residuos.
Son esenciales también la voluntad política y la cooperación técnica de países que nos llevan “años luz” de experiencia y desarrollo en el tema del manejo sostenible de residuos sólidos, como Alemania y Austria, para marcar el rumbo y las metas del país.
Según un estudio del Foro Económico Mundial, se estima que existen 150 millones de toneladas de basura en los océanos. Es triste pensar que esta tierra, de la que los costarricenses nos enorgullecemos por sus esfuerzos ambientales, contribuya a contaminar no solo nuestra agua, aire y suelos, sino también el océano, ya que, a través de las corrientes marinas, puede desplazar los residuos a miles de kilómetros de su fuente de origen.
Este año en las costas de Noruega encontraron una ballena con 30 bolsas plásticas que cubrían completamente su estómago y le causaron una dolorosa agonía hasta su muerte. Esta ballena representa la punta del iceberg del problema de los residuos en los océanos.
¿Qué haremos los costarricenses para solucionar este problema local con consecuencias mundiales? Esto no solo lo deben responder el Gobierno y las municipalidades, sino cada uno de nosotros, pues todos tenemos un grado de responsabilidad en esta situación.
La autora es especialista en manejo de recursos naturales