Con la aparición de las computadoras, los científicos descubrieron que estas máquinas también podían resolver problemas si seguían una secuencia de pasos o recetas cognitivas denominadas algoritmos, que son la base de la inteligencia artificial (IA) y de la industria 4.0.
Es posible ver maravillas en este momento realizadas por redes neuronales artificiales. Un software dibuja al estilo de Picasso mediante imitación y comparación, ajustando números en una matriz denominada perceptrón.
Existen fuerzas que buscan anclar el sistema educativo en un currículo de asignaturas aisladas, sin ninguna transversalización. Esto significa que la matemática se percibe solamente como un conjunto de símbolos sin significado ni aplicación; sin embargo, la inteligencia artificial usa la matemática, de modo que es posible crear una red neuronal con probabilidad bayesiana, por ejemplo, pronosticar el comportamiento de un mercado bursátil utilizando el lenguaje de programación Python, de distribución libre.
La llegada de la industria 4.0 desplazará la mano de obra humana en pocos años, por ejemplo, los software Midjourney y Dall-E producen imágenes artísticas en segundos para el usuario que inicia su campaña publicitaria.
Una taza de café hiperrealista que es al mismo tiempo una supernova es solo una de las infinitas combinaciones posibles para la IA. Pero no todos se quedan cruzados de brazos esperando el golpe de la ola tecnológica, el profesor David Cope decidió construir su propio software en 1990, denominado Emily Howell, el cual compone música con todas las combinaciones posibles e imita a Mozart, Beethoven o Chopin a la perfección, debido a que la música posee estructura matemática que se muestra en las consonancias, tales como el tono y el diapasón, que la IA reconoce como patrones para luego imitarlos.
Un sistema educativo holístico que haga frente al cambio puede ser modelado según la historia griega. La escuela pitagórica dividía sus estudios en cuatro disciplinas a las que llamaba mathemata: música, astronomía, aritmética y geometría.
Todas las asignaturas se fundamentaban en la matemática, pues, como descubrió Pitágoras, los números son fundamento de la naturaleza misma. En lugar de retraernos de la tecnología, es conveniente aprovechar la IA para hacer en minutos lo que antes sería asunto de semanas.
El profesor Cope utilizó la música creada por el software Emily Howell y perfeccionó el producto. Como sucedió con Google, las redes neuronales de IA provocaron un salto en el conocimiento, pero irán más allá, crearán nuevo conocimiento, de modo que todos las profesiones podrán reinventarse, pues se maximizará su eficiencia y producción.
Sin embargo, antes de que los grandes clústeres de la informática privaticen la IA, este objeto tecnológico debe ser democratizado a través de los sistemas educativos públicos, haciendo que pase a ser enseñado como una asignatura más.
China avanza a pasos agigantados, publica material didáctico sencillo que permite a todo el estudiantado (desde preescolar hasta la universidad) el aprendizaje de la IA. También, la Unión Europea ordenó la urgente incorporación de las habilidades digitales en lo referente a la IA en cada uno de sus niveles educativos.
Pensar que Latinoamérica no es capaz de entrar en la carrera por el avance científico es desconocer las destrezas de sus habitantes y resignarse a ser consumidores de tecnología creada en otras latitudes, como un ejemplo más de subdesarrollo y dependencia.
La IA es posible, por ejemplo, combinarla con las habilidades del microbiólogo a fin de mejorar la eficacia de los antibióticos de amplio espectro a muy corto plazo. Asimismo, ayudará al ingeniero civil a diseñar en segundos todos los edificios posibles en un terreno. Bastará con seleccionar el más conveniente para luego efectuar algunos ajustes técnicos propios de su profesión.
Pero la IA tiene limitaciones. Aumentar los parámetros de una red neuronal implica el incremento de costos eléctricos y de computación, que la hacen inviable. La solución la aportan los neurólogos que hallaron que un cerebro no es más inteligente por ser más grande —el cerebro humano es más pequeño que el del elefante y, sin embargo, es más eficiente—, sino gracias a las conexiones más complejas entre neuronas.
Hacer de los centros educativos campos de investigación de la IA creará desarrollo social fundamentado en la innovación tecnológica.
El autor es asesor de matemáticas en el MEP.