Ver nuestro reflejo diferente a la última imagen que guardamos suele provocar asombro o ansiedad. Estas reacciones desencadenan un debate interno sobre las causas del cambio, las responsabilidades de lo actuado o la necesidad de tomar control sobre las transformaciones futuras.
Para lograr una sana administración de esa nueva realidad se requiere una comprensión amplia del propio curso de la vida. La asimilación demanda aceptar las limitaciones, oportunidades y riesgos intertemporales que nos brinda nuestro finito tránsito en la historia de la humanidad. Algo similar sucede socialmente con la dinámica demográfica.
Al llegar a los 8.000 millones de habitantes en noviembre, las ansiedades colectivas reavivaron el debate sobre las políticas demográficas. Como sucede en la construcción social de nuestros tiempos, los lentes con los cuales se miran los hechos tienden a estar compuestos de múltiples capas sobrepuestas de evidencia, ideología, mitos, alguna teoría de conspiración y mucha información dirigida a ampliar las burbujas de influencia.
Esta es la razón por la que el nuevo Estado de la población mundial 2023, presentado el 19 de abril por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), hace un vehemente llamado a imprimir rigurosidad científica al debate y prudencia a las acciones políticas que derivan de la realidad poblacional, en la que los verdaderos trazadores del desarrollo no descansan en el tamaño de una sociedad, sino en las oportunidades de desarrollo, la igualdad de género y la libertad humana.
Posiciones que deben evolucionar
Las realidades sociales son contrastantes, pero es la manipulación de los datos lo que crea discursos polarizantes. Por ejemplo, frente al sentido de alarma por los números, debe verse que el crecimiento de la población mundial empieza a enlentecerse, y alcanzará el umbral de reproducción en el 2050.
Este mes, la India sobrepasará a China como el país más poblado del mundo, y entre ambas representarán más de una tercera parte de la población global; Corea del Sur presenta la más baja tasa de fecundidad observada (0,78) y Costa Rica, con la menor del continente americano (1,3), iguala a la de Japón y es parte de los dos tercios de la población mundial que vive en países debajo de su tasa de reemplazo.
Las tasas de fecundidad y el envejecimiento no son el problema ni la solución. El informe incluye un provocador análisis que relativiza el uso generalizado de la tasa global de fecundidad (TGF) de 2,1 para todas las sociedades y reitera que el envejecimiento es fruto de los avances en el acceso a servicios de salud que han permitido un extraordinario aumento de la esperanza de vida y de la autonomía para la toma de decisiones sobre la reproducción humana.
Este proceso no debe ser abordado cual si fuese una bomba de tiempo, como promulgan tesis catastrofistas. El reporte llama a las autoridades a preparar y adaptar, desde hoy, los sistemas de salud, seguridad y protección social, los servicios de cuidados, espacios públicos, políticas de integración migratoria y estructuras fiscales basadas en la reconfiguración de transferencias intergeneracionales.
También, el documento nos alerta para no ser víctimas de posiciones regresivas no basadas en la evidencia. Por ejemplo, son comunes las asociaciones simplistas y directas entre envejecimiento y bajo crecimiento económico, o ver la migración como un problema. Sociedades preparadas para la transición demográfica siguen manteniendo niveles de crecimiento e ingreso per cápita respetables, gracias a la migración, como en el caso de Estados Unidos, España, Italia y Francia.
Se equivocan quienes exponen la vejez como una carga a partir de indicadores como la relación de “dependencia”. Los adultos mayores contribuyen al desarrollo humano de sus sociedades, aportan al consumo con capital acumulado a lo largo de su vida laboral y a la provisión de otros servicios esenciales que deben ser revalorados social y monetariamente.
Derechos de las mujeres
Los cuerpos de las mujeres no deben ser rehenes de objetivos demográficos. Todavía persisten en el mundo políticas que buscan forzar la reducción o el aumento de los embarazos. Esterilizaciones forzadas, otras veces “motivadas” por incentivos monetarios, exclusión de los servicios de salud sexual y reproductiva, la promoción de mandatos de familia, normas sociales y roles de género patriarcales que imponen límites a la libertad de decidir de las mujeres cuándo, cómo, con quién y cuántos hijos deben tener.
Ninguna de estas medidas produjeron cambios significativos a largo plazo, pero sí disminuyeron las oportunidades de desarrollo en la vida de millones de mujeres.
Frente a quienes propugnan que el número de mujeres que rechazan la maternidad origina un descalabro en la natalidad, es necesario replantear la discusión con perspectiva amplia sobre las oportunidades de las personas jóvenes.
Suelen ser las persistentes desigualdades de género las que truncan los deseos de maternidad y paternidad. La pregunta debe ser cómo actores públicos y privados de la sociedad pueden facilitar las condiciones básicas (vivienda, empleos decentes, jornadas balanceadas, protección social, acceso a métodos anticonceptivos y educación integral en sexualidad, servicios obstétricos humanizados y culturalmente pertinentes, licencias y servicios de cuidados) para que los jóvenes puedan permitirse tal proyecto de vida, si esa es su decisión libre.
La sobrepoblación no es la causa directa del cambio climático. Culpar a la fecundidad de esta crisis es un argumento que evade que la mitad de las emisiones de carbono provienen de países que agrupan apenas un 10 % de la población, y dicha asociación pretende poner la responsabilidad de rendición de cuentas lejos de los países emisores.
En síntesis, el Estado de la población mundial brinda un marco de derechos humanos, de valoración de la diversidad cultural y de libertades de escogencia, ideal para entender los cambios poblacionales del país, la región y para generar políticas públicas resilientes y lejanas a los argumentos etnonacionalistas y perpetuadores de desigualdades sociales y de género que se ciñen alrededor del mundo, particularmente, contra el desarrollo de las niñas y mujeres.
El autor es jefe del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Costa Rica.