Recientemente se ha generado una amplia discusión en diversos medios de comunicación sobre el efecto copycat o imitador, entendido como la consumación de un intento de autoeliminación luego de que la persona ha sido expuesta a una noticia en donde se narra cómo un individuo cometió un suicidio.
A partir de la observación clínica personal, pero también compartida ampliamente por colegas psiquiatras y psicólogos clínicos, conviene exponer la observación de un fenómeno mucho más amplio que el inicialmente descrito.
Este grupo de profesionales coincidimos en que durante las semanas siguientes a la difusión de noticias de actos suicidas existió un aumento en el número de personas que consultaron por ideación suicida, o bien, por un marcado temor de que alguna enfermedad mental de fondo los lleve a atentar contra su propia vida en el futuro.
En muchas ocasiones, además, este malestar se experimentaba en forma de ideas intrusivas con imágenes o pensamientos sumamente angustiantes para ese individuo, lo que bien puede clasificarse dentro de las manifestaciones postraumáticas.
De igual manera, varios compañeros reportaron más atenciones de actos suicidas no consumados en servicios de emergencias de hospitales generales.
Por lo tanto, pareciera que estas exposiciones son capaces de generar un espectro clínico muy amplio, en donde las personas experimentan, en diversos grados de intensidad y gravedad, desde una ansiedad pasajera, que puede ir en aumento, hasta la ejecución de actos autolesivos, sean estos consumados o no.
Lo anterior plantea que el suicidio es el extremo más severo de estas manifestaciones, pero que, aunque subreportadas, muchas personas más están siendo severamente afectadas.
Reflexión. Ante este tipo de situaciones, cabe la pena entonces plantear las siguientes preguntas: ¿Qué costo le genera este fenómeno a la seguridad social y a los pacientes que buscan ayuda privada? ¿Cuál es la secuela emocional a corto, mediano y largo plazo que genera este espectro clínico? Pero, sobre todo, ¿quién asume la responsabilidad social por la presentación de noticias de una forma que no cumple con las estipulaciones básicas propuestas por la ética profesional y las diversas organizaciones que promueven la salud?
Nunca antes en nuestro país se había observado una respuesta tan fuerte por parte de comunicadores, organizaciones que intentan reducir el suicidio, voceros de salud mental y el Ministerio de Salud. Todo esto responde no solo a un sentido de indignación, sino también al atropello de los principios básicos de la promoción de la salud del que todos los costarricenses estamos siendo víctimas.
Es, por lo tanto, el momento adecuado para fundamentar una mayor discusión e investigación, y generar foros interdisciplinarios que incluya profesionales en periodismo, salud mental, sociología, derecho y economía, entre otros, y de esta forma establecer lineamientos claros sobre el manejo de este tipo de información sensible por parte de los medios de comunicación.
La línea divisoria entre el morbo que vende y el derecho a la información es mucho más clara de lo que se nos ha querido hacer ver. Responde, además del derecho de tutela de la imagen, a la necesidad de fomentar un bienestar social y respeto por la vida humana en toda su dimensión, por encima de cualquier interés particular.
El autor es profesor asociado de la UCR.