La historia de la ciencia registra un buen número de mujeres distinguidas por sus aportes a la materia, tal vez no tanto como sus congéneres varones, pero sí lo suficiente como para pensar en eliminar la barrera histórica entre las soft and hard ciencias, mantenidas durante mucho tiempo.
La revista National Geographic, en su versión para España, publicó una amplia revisión de mujeres en la ciencia y resaltó a muchas que no han tenido mayor divulgación mediática. El enfoque restringido ha sido perjudicial porque, al nombrar reiteradamente a las mismas personas, da la idea de haber sido unas pocas, en vez de ampliar el repertorio del aporte de las científicas. Solo mencionaré tres mujeres, cuya contribución es poco conocida y por las cuales siento gran admiración.
Yolanda Calderón. El Micitt homenajeó en su día a Yolanda Calderón, quien hizo carrera en México, y alguna vez fue llamada la Gran Dama de la Oncología Femenina, por su contribución al país adoptivo en ese campo. Lástima haber perdido los apuntes biográficos, aunque recuerdo que se casó con un catedrático de la Escuela de Medicina de la UNAM. Por su simpatía por Costa Rica, cuentan los muchos costarricenses que estudiaban Medicina en la UNAM, que dicho profesor llamaba a los costarricenses a sentarse en las primeras filas del gigantesco auditorio, por el cariño nacido del amor a su esposa Yolanda.
Leticia Chaverri Matamoros. También hubo oportunidad en el Micitt de recordar a Leticia Chaverri Matamoros, la primera mujer admitida para estudiar en la Facultad de Farmacia de lo que quedó de la Universidad de Santo Tomás, en 1913, y se graduó en 1917 con gran éxito, y de eso ya han pasado poco más de 100 años. Pero lo más llamativo fue que hubo gran discusión sobre la conveniencia de admitirla “porque los estudios universitarios eran muy demandantes intelectualmente y la debilidad del cerebro femenino podría afectarle mentalmente”. No es la cita exacta, pero lo cierto es que el pensamiento social imperante era que la mujer tenía su nicho asignado al hogar y no a los estudios.
Su mérito es doble: fue la primera mujer universitaria en Costa Rica y se orientó a la única carrera científica de entonces: Farmacia. Durante mucho tiempo su fotografía estuvo en el auditorio del Colegio de Farmacéuticos y su nombre figura en la Galería de Mujeres del Inamu. Su valioso acto histórico debiera tener mayor resonancia nacional, como rompedora de barreras del tradicionalismo y la marginación de la mujer, un siglo atrás.
Rita Levi-Montalcini. Fuera del ámbito nacional, siempre aprovecho para comentar con mis estudiantes el caso de Rita Levi-Montalcini, premio nobel de fisiología y medicina, en 1986. Sus trabajos de investigación sobre los “factores de crecimiento nervioso” abrieron un campo de estudios biomédicos que se expandió por toda la biología celular y molecular.
Por su origen sefardí debió refugiarse de la persecución en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, pero, aun dentro de grandes limitaciones, continuó investigando, y pasado el conflicto bélico expandió sus inquietudes intelectuales en Estados Unidos, donde llevó a cabo muchos trabajos colaborativos.
Hay otro doble aspecto valioso de su personalidad: pasados los 100 años de edad, pues fue longeva, continuó asistiendo a su laboratorio (amor al trabajo) y fundó una asociación para ayudar a jóvenes mujeres africanas en sus limitaciones de desarrollo intelectual (amor al prójimo).
En mi experiencia como profesor de Fisiología Humana, he visto cómo de unas pocas estudiantes de Medicina a partir de 1960 en Costa Rica, cada cohorte actual está formada al menos por dos terceras partes de mujeres. Sin embargo, en el campo de las ciencias biomédicas sería un sinsentido hablar de paridad de género, pues la carrera se ha feminizado desde finales del siglo pasado, lo cual es una tendencia mundial.
La incorporación de la mujer a las ciencias médicas se ha enriquecido por cuanto, no habiendo diferencias en inteligencia y capacidad de aprendizaje, sino interesantes matices intelectuales, al presente se abre una rica gama de posibilidades creativas, gracias a la participación de la mujer en la sociedad del conocimiento.
El autor es fisiólogo.