Según una encuesta de Unimer del 2011, 7 de cada 10 costarricenses no pudieron decir el nombre de ninguno de los diputados. Resultados similares obtuvo CID-Gallup al efectuar el mismo estudio en los años 2012, 2014 y 2015. Estas investigaciones coinciden en que a mayor escolaridad, mayor el conocimiento sobre los legisladores, pero incluso en los grupos con mayor formación el desconocimiento sobre quiénes son los congresistas es la regla desde hace años, y la razón, al menos en parte, se debe a nuestro sistema de elección parlamentario.
El sistema electoral costarricense es una variante del sistema proporcional en donde los candidatos a diputados son elegidos de listas cerradas. Para lo que interesa, cada agrupación política nomina listados de candidaturas para las siete provincias, y el elector debe votar por una de las nóminas partidarias. Este modelo incide directamente en el desconocimiento de los ciudadanos sobre quiénes son sus representantes, pues las listas vienen predeterminadas.
En primer lugar, el votante es reducido a un papel secundario en la decisión sobre las personas que debe escoger, pues debe conformarse con alguna de las listas propuestas. En segundo lugar, las listas cerradas desincentivan la participación de los candidatos ubicados en puestos más bajos de las nóminas porque solamente los de más arriba tienen posibilidad real de ser elegidos, situación que, además, concentra las campañas electorales en menos figuras.
Los partidos, asimismo, reservan los primeros puestos para candidatos de localidades con altas concentraciones de votantes, lo cual tiene obvios efectos en la centralización de la representación y en la dificultad para que líderes de comunidades más periféricas lleguen a la Asamblea Legislativa.
Piden un cambio. Ante este panorama, algunas personas han pedido la adopción de listas abiertas, donde cada elector escoja los candidatos de su predilección en el orden que desee o introduciendo nuevos nombres.
Suena bien, pero esta práctica no solo vulneraría las oportunidades de las mujeres de acceder al Congreso, según lo ha demostrado la experiencia en países como Honduras y Brasil, sino que también atrasaría el resultado de los escrutinios, lo cual crea incertidumbre, debilitaría el ya golpeado sistema de partidos políticos al fomentar una guerra intrapartidaria a mansalva y remitiría el debate de propuestas partidarias a un segundo plano.
Los problemas descritos podrían reducirse adoptando un modelo intermedio entre el sistema electoral vigente y las listas abiertas, conocido como lista localizada de representación proporcional. Al igual que con las listas abiertas, las listas locales le permitirían al electorado votar por candidatos individuales, pero esa preferencia se expresaría a través de procesos electorales locales, uno por cada curul, donde cada partido estaría representado por un solo candidato. Al ser proporcional, el sistema permitiría la representación de las diversas fuerzas políticas, elemento que garantiza el sistema vigente.
Para adoptar las listas localizadas, basta con dividir cada provincia en tantos distritos de igual cantidad de electores como diputados elija la provincia. Así, Guanacaste se dividiría en 4 distritos, cada uno con un 25 % del electorado provincial y San José en 19 del mismo modo, según señalen el padrón y el censo de población.
Lo anterior garantizaría mayor igualdad de condiciones para todos los candidatos, incluso para los de un mismo partido y una relación más cercana del representante con sus electores, lo que incidiría en un mayor conocimiento de quiénes son los primeros.
Más equitativo. Este sistema es proporcional debido a que cada partido recibiría un número de escaños de acuerdo con su parte de la votación, como sucede actualmente. En el conteo se sumarían los votos de cada agrupación a escala provincial y los resultados se usarían luego para dividir el número de curules proporcionalmente entre las distintas agrupaciones.
Una vez que se conozca el número de escaños obtenidos por cada partido, los candidatos con los porcentajes más altos de votos en su distrito son los elegidos, hasta que se haya cubierto todos los escaños correspondientes a ese partido.
LEA MÁS: El corcho se hundió
Este sistema ofrece a los votantes una forma de elegir candidatos individuales, pero sin darles la espalda a los partidos, ni incurrir en los peligros descritos de las listas abiertas y los distritos uninominales, donde la voluntad de una minoría más votada se impone de forma desproporcional sobre el resto de electores.
Las listas localizadas reducirían al mínimo la nefasta competencia interna, pues solo habría un candidato por partido en cada circunscripción y se facilitaría la introducción de criterios de paridad y alternancia de género, dotando a la ciudadanía de un papel más protagónico en la conformación de la Asamblea Legislativa.
El autor es asesor parlamentario.