En julio de 2006, como resultado de un concurso convocado por el periódico alemán Spiegel , el científico Stefan Trellenkamp, de la Universidad de Kaiserlautern (la ciudad más pequeña de las que fueron sede de la Copa del Mundo ese año) ganó la competencia, al crear, usando un minúsculo plexiglás (especie de acrílico), un campo de futbol 20.000 veces más pequeño que un cabello humano. La imitación del campo de juego mide 500 por 380 nanómetros y como es lógico, solo puede observarse a través de un potente microscopio. Por banal que parezca esta invención, es un claro ejemplo de que la nanotecnología llegó para integrarse.
La palabra “nanotecnología” es usada extensivamente para definir las ciencias y técnicas que se aplican a un nivel de nanoescala; esto es, en medidas extremadamente pequeñas. Un nanómetro equivale a una millonésima parte de un milímetro. Precisamente, “nano” es un prefijo griego que significa “mil millones”. El significado de “nano” se traduce en una dimensión 10 elevado a -9; dicho de otra manera, un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro, o la millonésima parte de un milímetro. De manera comparativa, un átomo es más pequeño que un nanómetro, pero una molécula puede ser mayor que este. Con la materia, los elementos básicos de la construcción molecular son los átomos, y la combinación de átomos se convierten en moléculas. La nanotecnología permite manipular estos átomos y moléculas, haciendo posible la fabricación, reproducción y distribución de cualquier sustancia conocida por el ser humano.
A mediados de este siglo, cuando mucho, se producirá una segunda revolución industrial, pues producir bienes personalizados y con ingeniería de inteligencia artificial incorporada, se hará de una forma tan fácil y barata como es hoy reproducir datos en una computadora. La revolución digital permitió manipular los bits; ahora estamos lidiando directamente con átomos; para ello habrá que triangular adecuadamente el desarrollo de la computación cuántica, la nanotecnología y la genética aplicada.
El comienzo. Sin menospreciar el trabajo de muchos, existe consenso en cuanto a que el pionero de la nanotecnología fue Richard Phillips Feynman (físico y profesor estadounidense, 1918-1988, premio Nobel de Física en 1965 por su trabajo de electrodinámica cuántica, junto con los científicos Julián Schwinger y Sin-Ichiro Tomonaga). En diciembre de 1959, Feynman dictó, durante la Reunión Anual de la Sociedad Americana de Física, la conferencia: “There is plenty of room at the bottom?”, ( ¿Queda mucho sitio por debajo? ). Feynman expuso que no hay leyes físicas que impidan disminuir el tamaño de las cosas hasta reducirlo al límite de un solo átomo. Feynman, cuya personalidad era extremadamente humorística y nada solemne, dijo que: A mi modo de ver, los principios de la Física no se pronuncian en contra de la posibilidad de maniobrar las cosas átomo por átomo. La premisa es muy cierta, las computadoras trabajando con átomos individuales podrían consumir poquísima energía y conseguir velocidades asombrosas. En el campo de la ingeniería de materiales, la nanotecnología permitirá hacer elementos muy ligeros pero resistentes. La fabricación de carros, aviones, objetos; podría contar muy pronto con un material inteligente, capaz incluso de reconstruirse con rapidez. Recientemente, en EE. UU., un grupo de científicos (R. Langer, O. C. Farokhzad y B. A. Teply) crearon unas nanopartículas que se inyectan en un tumor maligno y pueden matar las células cancerígenas y dejar intactas las sanas. Estos experimentos se realizan en ratones de laboratorio, en los cuales se ha logrado en algunos casos eliminar el cáncer y en otros detener su desarrollo. Estas nanopartículas creadas en el MIT miden unos 150 nanómetros.
El impacto potencial de la investigación en nanociencia y nanotecnología en la economía global ha sido destacado por analistas, con predicciones que varían desde los 110.000 millones de euros en 2010 (según un estudio del Mitsubishi Institute en 2002) hasta los 1,9 billones de euros en 2014 (según un estudio de Lux Research en 2004).
Derecho penal y nanotecnología. Se ha dicho que aunque la sociedad del riesgo sigue organizándose en torno a “valores materiales” y, en cambio, en la sociedad de la información se acentúa el peso de los “valores virtuales”, existe una estrecha relación entre ambas, lo que también se manifiesta en las respectivas formas de criminalidad. En la sociedad de la información se ha acentuado la lejanía del autor respecto del escenario del crimen, no hay duda de ello, también debe sumarse la dificultad de la jurisdicción, puesto que Internet está en todas partes y en ninguna, lo que se ha propuesto es la solución del principio de ubicuidad, o bien, por la localización de los nodos de conexión, sin que haya consenso aún. La tendencia es que en la sociedad de la información se tiende a ampliar el ámbito de lo punible y se apunta a formas de imputación desformalizadoras, a medio camino entre el derecho penal del riesgo y el derecho penal del enemigo.
Precisamente, las conductas penalmente desvaloradas que emergerán de la nanotecnología, estarán inmersas tanto en la sociedad del riesgo como en la sociedad de la información, porque proceden de una tecnología que amalgama ambos mundos en una interacción y simbiosis necesaria. Aquí, existe el riesgo de que se presente un rasgo genuino de la moderna política criminal: la pretensión de instaurar modelos de control universalizados indiscriminados, productos fáciles, unilateralmente sesgados por las demandas de eficacia, que en el mejor de los casos solo se pueden cuantificar por su limitada capacidad de contención. Con ello, se renuncia a respuestas jurídicamente avanzadas y precisas que combinen adecuadamente las exigencias garantistas y de eficacia.
Ejemplificando uno de los riesgos potenciales del mal uso de la nanotecnología, ante los cuales el derecho penal ya tiene una respuesta en muchos de los actuales tipos penales y en otros casos tendrá que plantearse la creación de nuevas figuras e incluso reconsiderar la discusión dogmática de lo que entendemos por acción dentro de la Teoría del Delito, figura la fabricación de armas químicas y biológicas más potentes, fáciles de esconder, usando nanotecnología molecular para fines terroristas y la comisión de homicidios, al ser que estas además serían teóricamente precisas e incluso diseñadas conforme a la vulnerabilidad específica de la eventual víctima, dado que, como se dijo antes, los perpetradores estarían aún más lejos del sitio de donde se comete el delito.
La neutralidad valorativa o axiológica de la ciencia ( Wertfreiheit ) quizás pertenezca al deber ser, pero lo cierto es que como especie, los seres humanos somos capaces de hacer muchas cosas y decir eso, es decir mucho.