En múltiples ciudades aparecen perros envenenados. Así lo informó La Nación el 1.° de marzo: 17 perros de diferentes razas y tamaños amanecieron envenenados en un parque de Cocorí de Aguacaliente de Cartago; también el 16 de marzo: envenenan 16 perros en Ciudad Neily; y el 18 de marzo: Peluche Francisco, perro símbolo contra el maltrato animal, murió envenenado. La prensa ha alertado de amenazas para envenenar perros en Tibás.
Los perros “callejeros” son un problema de salud pública: sin vacunas, pueden alojar garrapatas y pulgas; podrían tener sarna, rabia, parasitosis y otras enfermedades incluso transmisibles a humanos, como la zoonosis. No obstante, nada justifica el envenenamiento masivo de perros en espacios públicos, lo que compromete también la vida de los niños que visitan esos sitios.
Por otro lado, perros que han mordido a personas tienen dueño, por lo que el exterminio callejero no disminuye este tipo de accidentes, que deben ser enfrentados con otras medidas (edu-cación, entrenamiento, seguridad en los espacios donde se encuentran los perros, etc.).
Los perros “callejeros” deben ser objeto de intervención gubernamental para su traslado a albergues donde se les someta a medidas básicas sanitarias (vacunación, desparasitación y esterilización) y se procure su adopción o se garantice su permanencia.
Se trata del bienestar animal y del control de la zoonosis, pero también de la construcción de una sociedad donde humanos y animales tengan condiciones de vida digna que nunca les dará la calle.
La autora es odontóloga y ssalubrista pública.