Los costarricenses, casi unánimemente, celebramos hace 40 años el derrocamiento de la dinastía de los Somoza en Nicaragua, abatida por “los muchachos” del Frente Sandinista, como entonces los caracterizaba José Pepe Figueres. Tres generaciones de Somoza se habían granjeado el desprecio de los costarricenses, tras innumerables afrentas, directas e indirectas, contra la tradición pacifista y democrática de Costa Rica.
Somoza llegó a bombardear San José un domingo, con un avión, e intentó invadir por tierra Guanacaste en 1955. El ataque aéreo evocó la célebre reacción del entonces presidente, don Pepe: “¡A mí con avioncitos!”.
Cuarenta años después, somos testigos de un triste desenlace de aquel sueño, convertido en pesadilla para los nicaragüenses de hoy: otro somocismo, ahora de izquierda, surgido del mismo sandinismo, con los poderes del Estado copados por una pareja autoritaria: Ortega y su esposa. Tirano suave hasta hace unos meses, cuando sacó las uñas y usó su fuerza militar y a sus grupos paramilitares formados por mercenarios y fanáticos, típico de todas las tiranías, para hacer el trabajo sucio de destruir a los disidentes, mayoritariamente estudiantes, pero también periodistas, campesinos y profesionales de la salud.
Persecución. Las tiranías tampoco son afectas a las ciencias, pues los científicos, como otros académicos, suelen ser muy críticos y, generalmente, se dejan oír. Igual en Nicaragua: la Academia de Ciencias se ha enemistado con el régimen, inicialmente por su posición crítica sobre el supuesto canal interoceánico que utilizaría el lago de Nicaragua en parte de su ruta.
Los científicos de la Academia le han hecho ver al gobierno que el impacto sobre el lago sería catastrófico, pues habría que excavar el fondo más de 10 metros, debido a que el lago es muy somero, y sin excavar solo podrían navegar barcos de poco calado. Eso implicaría la destrucción total del hábitat lacustre único, con la creación de islotes artificiales.
La denuncia de la Academia de Ciencias de Nicaragua por la persecución de estudiantes y académicos, y por la destrucción de laboratorios y aulas, ha agudizado la confrontación, al punto que la presidenta de dicha sociedad científica, María Luisa Acosta, ante amenazas a su familia y a su vida, se ha visto forzada al exilio en un país vecino, donde se refugia temporalmente.
Harold Rocha, representante legal de la Academia de Ciencias Nicaragüense, dio amplio testimonio ante la reunión anual de la Red Internacional de Derechos Humanos de las Academias de Ciencias, celebrada en octubre pasado en Seúl, Corea del Sur.
Rocha denunció, también, la persecución de médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud, quienes fueron despedidos de sus puestos por atender pacientes heridos en las manifestaciones.
Es típico de las tiranías atemorizar y agredir a los servidores de la salud, como en Irán y Siria, hecho repetidamente denunciado por la Red en las últimas décadas.
Deseo de paz. Ojalá Nicaragua encuentre una solución pacífica al conflicto y no repita la lucha armada que tanto sufrimiento produjo hace más de 40 años contra Somoza. Muchos nos preguntamos cuánto tiempo necesitará Ortega para entender que ha traicionado su revolución. Se lo están diciendo muchos de sus antiguos aliados, como el destacado académico, escritor y político Sergio Ramírez Mercado, otrora su vicepresidente, quien lo ha denunciado con gran elocuencia (“La libertad, causa común”, La Nación, 27/1/2019). Se lo están cantando los mismos cantautores quienes antaño alababan las virtudes de su revolución, con canciones conmovedoras. Se lo están solicitando las naciones de la región a través de la OEA, las Naciones Unidas, su propia población y, aparentemente, hasta su hermano Humberto.
Como en el relato bíblico del profeta Daniel y la mano que escribe en la pared, comandante Ortega, lo que dice la Escritura es: “Pesado has sido en balanza, y has sido hallado falto”.
Tal vez aún pueda lograrse una salida digna, pacífica y negociada. Es una oportunidad para evitar otra nueva confrontación violenta y empoderar la fuerza de la palabra y el ejercicio libre del voto para volver a un proceso democrático, sin armas, sin caudillos y sin dictadores, que garantice la paz sostenible en la región.
El autor es biólogo y químico, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de Costa Rica y del Consejo de la Red.