Creo no equivocarme al afirmar que la situación de silencio informativo sobre la covid-19 en Costa Rica, es única entre todos los países democráticos del mundo. Genera preocupación la escasa atención que se ha prestado a tan importante y negativo acontecimiento sanitario.
Mientras que diaria o semanalmente la ciudadanía mundial puede tener conocimiento del número de muertos, casos nuevos o acumulados, hospitalizados en salones generales o de cuidados intensivos, pruebas diagnósticas realizadas, inmunizaciones aplicadas, así como otras variables necesarias de conocer sobre dicha enfermedad, nosotros seguimos en tinieblas, ya que desde los últimos días de mayo, «diestros hackeadores», que no se sabe de dónde proceden, dañaron a placer el sistema informático de vigilancia epidemiológica nacional, con la complicidad específica del desgano o inoperancia de los técnicos y expertos locales encargados de dar protección a los sistemas.
Durante todos estos días hemos visto a nuestras máximas autoridades de Gobierno dando declaraciones de todo tipo, pero no se han dignado a informarnos al menos, sobre cuándo se va a resucitar el servicio de información epidemiológica. Y menos advertir, sobre la gravedad de la situación actual. Pareciera que la pandemia no es digna de prestarle atención. Un mal menor que está en vías de extinción.
Todo el mundo sabe, para escribirlo en términos generales, que el coronavirus no ha abandonado este valle de lágrimas y que sigue subiendo a nivel global y local, pero es humanamente comprensible también pensar que para muchos, el peligro individual se aleja, al estar la población cada día más vacunada; al haber más inmunidad natural, dado el creciente número de personas que han tenido la enfermedad; a la mayor benignidad de las nuevas variantes que se han apoderado del terreno pandémico y, por supuesto, a la carencia de información sobre la situación actual de la covid-19 en el país, que afecta indudablemente la percepción de riesgo que tiene el ciudadano común.
Además, no se puede olvidar su efecto deletéreo sobre la investigación científica, los programas preventivos y de contención de enfermedades, el diseño de políticas públicas e incluso, como afirma el académico y profesor venezolano Marino González, «la capacidad de hacer periodismo de salud con datos rigurosos».
La población está dejando de preocuparse o se preocupa mucho menos por la covid-19, en comparación con las olas anteriores. En pocas palabras, se le está perdiendo el miedo al coronavirus y esto es preocupante, ya que contribuye a prohijar conductas de rechazo y abandono de medidas de protección contra el virus. Y, precisamente, la ausencia de información sobre la pandemia constituye un factor que incrementa esa sensación de seguridad y de desprecio por las medidas de contención de la enfermedad.
No es de extrañar entonces, el inmenso número de conocidos, amigos o familiares que nos cuentan en estos últimos días, que han tenido o tienen la covid-19. Imagino entonces, solamente posible ante la ausencia de información estadística, ¿cómo estará la pandemia en Cartago, después de la explosión de entusiasmo y efusividad manifestada por lograr el campeonato de fútbol?
Nuevas variantes
El malévolo virus, sonriente y satisfecho, debe estar disfrutando más que nunca de la situación actual. La mesa está servida para sobrevivir y crecer. En el país ya circulan las variantes BA 4 y BA 5, que son las dominantes en Estados Unidos y Europa. Además, en el horizonte cercano, alzan la cabeza nuevas variantes como la BA 2.75, que surgió en la India y crece a un ritmo muy veloz, habiéndose igualmente descubierto, en al menos, una docena de países.
Esta variable presenta la particularidad de albergar 16 mutaciones, ocho de ellas en la misma espícula del virus, algunas de las cuales han sido identificadas antes en otras variantes, pero nunca vistas todas ellas juntas, como ahora se ha observado. De allí la preocupación del famoso virólogo Tom Peacock, del Imperial College de Londres, así como de otros investigadores. Esta variante tiene una capacidad de transmisión un 16% mayor que la BA 5.
Lo grave es que nadie sabe cuándo se detendrá la capacidad de mutar que tiene el coronavirus. La única esperanza es que la mayor parte de los cuadros clínicos son relativamente benignos y la vacunas en uso tienen la propiedad de atenuar la gravedad de la infección. Es totalmente necesario volver a contar, prontamente, con información estadística sobre la covid-19, oportuna, confiable y completa.
El autor es médico, salubrista y epidemiólogo. Profesor y coordinador de investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad Hispanoamericana.