El país requiere con urgencia cambiar el sistema presidencialista por uno parlamentario a fin de facilitar la gobernabilidad. Los resultados de los tres últimos procesos electorales, que parecen ser ya una constante, nos depararon una Asamblea Legislativa sumamente fraccionada, los presidentes de la República fueron elegidos en la segunda ronda —después de haber obtenido un raquítico apoyo en la primera— y han debido gobernar con fracciones oficialistas minoritarias.
Algunos políticos, analistas y formadores de opinión proponen la conformación de un “gobierno nacional”, “un gobierno de unidad nacional” o “un gobierno multipartidista”, con el objetivo de llegar a acuerdos y consenso para facilitar la gestión de las políticas públicas.
Carlos Alvarado, aliado con uno de sus adversarios, hizo de esa idea un tema de campaña que le ayudó a ganar el balotaje en el 2018, y al conformar su gabinete incorporó figuras de partidos políticos diferentes al suyo, quienes ejercieron los cargos a título personal, sin comprometer el apoyo de sus respectivas agrupaciones.
La promesa de un “gobierno de unidad nacional” fue incumplida, puesto que ese objetivo no se alcanza con solo designar en el gobierno personas militantes de otras agrupaciones. Era indispensable efectuar alianzas para obtener el apoyo mayoritario y duradero en la Asamblea Legislativa, más allá de los acuerdos puntuales o coyunturales.
El actual mandatario, al carecer de un equipo propio proveniente del partido que hace un año le llevó al poder— tuvo que recurrir a la figura del concurso para llenar los principales cargos, incluso de ministros y presidentes ejecutivos.
Ese equipo, así seleccionado, en el que algunos de sus miembros no sintonizaron con “el jefe” y otros no dieron la talla —ni siquiera se conocían entre ellos— derivó en un rejuntado descoordinado, en una torre de Babel que produce gran cantidad de cambios, con el consecuente desconcierto y perjuicio en el actuar de varias entidades públicas.
La conformación de un equipo gubernamental con gente de origen partidario distinto no es una práctica idónea porque, al no existir armonía en lo ideológico y en lo programático, los roces aparecerán y causarán daño a la gestión del gobierno más temprano que tarde.
En las democracias donde existe el sistema parlamentario, las alianzas con otras agrupaciones políticas, generalmente afines ideológicamente, son indispensables cuando el partido ganador no alcanza la mayoría necesaria para formar gobierno, lo que sucede con bastante frecuencia debido a la multiplicidad de la oferta electoral.
Esas alianzas se formalizan sobre la base de un programa que incluye asuntos de interés para cada una de las fuerzas participantes, y se ejecutan mediante la distribución de cargos públicos que facilita a cada agrupación liderar la aprobación en cuestiones específicas, apoyados incondicionalmente por la suma de los grupos parlamentarios aliados.
Es indudable que la nueva realidad política del país encuentra dificultades para el buen desempeño del gobierno presidencialista y que las características del parlamentarismo se corresponden mejor con esa realidad, por lo que es conveniente hacer el cambio para mejorar la gobernabilidad.
Pero una decisión en este sentido debe conllevar, necesariamente, el análisis de iniciativas para modificar la forma de elegir a los diputados y para procurar que el elector pueda realmente escoger a sus representantes, ya que el ciudadano se queja de que aunque vota no elige, y alega que no se siente adecuadamente representado.
Quizá el mejor ejemplo del malestar ciudadano con sus instituciones es el que provoca el quehacer de los diputados. La opinión pública, medida en forma constante por diversas encuestas, es severa al valorar su trabajo, les da las más bajas calificaciones, lo que prueba la falta de credibilidad del primer poder de la República.
Un cambio que también debería realizarse, aunque sea impopular, es en la cantidad de diputados. En la actualidad, es insuficiente para atender con seriedad, responsabilidad y calidad el trabajo en el plenario y en el sinnúmero de comisiones permanentes, especiales y específicas y de subcomisiones.
Sobre esto se han redactado proyectos serios, como el del grupo Poder Ciudadano Ya, cuya propuesta es el establecimiento de un sistema mixto proporcional para la elección de diputados, con el propósito de mejorar la representatividad a través de la creación de distritos electorales, pero sin afectar la proporcionalidad, al votar también por una lista nacional. La iniciativa contempla también la modificación del número de curules por asignar.
El país está urgido de reformas políticas profundas para evitar el deterioro del sistema democrático y mejorar el funcionamiento de nuestra institucionalidad. La Comisión Especial de Modernización y Reforma del Estado tiene el reto de abordar esta temática con esmero y diligencia, y de plantear y promover los cambios pertinentes.
El autor es exembajador.