Claro que las listas de espera para la atención en Psiquiatría de la Caja Costarricense de Seguro Social contribuyeron al significativo incremento en el número de suicidios en el 2022.
Las causas fueron analizadas en el reportaje del domingo en La Nación, pero me parece que no se han planteado acciones eficaces para resolver la situación.
Como dice la nota periodística, un paciente nuevo es atendido 30 minutos y uno subsecuente 15 minutos, en una institución que cuenta con pocos especialistas.
Por un lado, no se dispone del tiempo suficiente para una exploración clínica que identifique y permita proceder con las intervenciones necesarias, y, por el otro, por la dificultad para la resolución de los casos, se promueve un carrusel que perpetúa la estancia de pacientes en la atención secundaria o terciaria, dando poco espacio para las atenciones de urgencia.
En el artículo titulado “Nuevo modelo para atender la depresión”, publicado el 16 de octubre del 2014 en este medio y detallado técnicamente en Acta Médica Costarricense en ese mismo mes y año, expuse la necesidad del abordaje colaborativo, un modelo con una muy robusta evidencia científica de costo-efectividad para el manejo de la depresión y otras condiciones.
Consiste en incluir el tratamiento de la salud mental en la atención primaria, siguiendo una estructura que consta de tres elementos básicos: tamizaje sistemático para los trastornos afectivos u otras condiciones psiquiátricas; la presencia de un gestor de casos que realice el monitoreo longitudinal de los síntomas, valore la respuesta al tratamiento y coordine el seguimiento; y acciones escalonadas por parte de un equipo supervisado por un psiquiatra.
De esta forma, el especialista se dedicaría exclusivamente a la atención de los casos más complejos y a la guía del manejo que brindan los médicos de atención primaria, optimizando así su tiempo y disponibilidad.
Bien se haría en probar primero un plan piloto en alguna región, previa capacitación de un equipo que se dedique a tal iniciativa. Luego, con datos objetivos en mano, se podrían extraer conclusiones y extenderlo a otras regiones.
Educación para cuidar la salud mental
Como bien se sabe, el suicidio es multifactorial; consecuentemente, conviene dedicarse a la prevención, y no centrarse solo en el tratamiento. Existen, por tanto, asuntos prioritarios sobre los cuales se debe fortalecer la educación en escuelas y colegios y a través de campañas de alto alcance.
Es fundamental guiar el uso sano de las redes sociales y el tiempo que pasan en ellas, particularmente los adolescentes, porque guarda relación directa con el riesgo de depresión y autolesiones en esta población, más aún después de la pandemia.
Se deben clarificar los peligros del uso de sustancias, en especial la marihuana, acerca de lo cual existe gran confusión debido al lobby que la defiende y a una serie de discusiones políticas no científicas en torno a su aprobación.
Hay que robustecer el conocimiento sobre el valor de los vínculos afectivos, principalmente entre los menores de edad, como un protector de vida contra la enfermedad mental, y promover los estilos de vida saludables, sobre todo la alimentación no inflamatoria y la actividad física, como mecanismos con fuertes pruebas para mantener mejores estados emocionales.
Se deben gestar líneas de crédito que consideren el bienestar social como una meta primordial y es necesario discutir más abiertamente sobre el papel de los medios de comunicación en la prevención, o bien en la incitación al suicidio, como está demostrado con respecto al efecto copycat, también tratado en este periódico en los artículos Suicidio y el efecto copycat y Mucho más que el efecto copycat del suicidio.
La solución no se centra en cómo generar más especialistas, cada día menos atraídos por un ambiente inflexible y poco motivador dentro de la seguridad social, sino en cómo actuar de forma más eficiente con los recursos disponibles, de una manera mejor ensamblada entre los distintos actores (Ministerios de Salud y Educación, PANI, Asamblea Legislativa, medios de comunicación y universidades, entre otros) y considerando las áreas primordiales para invertir en prevención. Solo de esta forma se conseguirá un mayor impacto en la población.
ricardo.millangonzalez@ucr.ac.cr
El autor es médico especialista en psiquiatría y profesor asociado en la Universidad de Costa Rica.