
No hay duda que la “pastilla del día después” es abortiva y, además, dañina para la salud de la madre y del feto, cuando éste sobrevive. Repasemos primero los antecedentes.
Historia. Casi la mitad de los embarazos “no deseados” son producto de un mal uso de anticonceptivos, según el Instituto Guttmacher. A mediados de los 90, se creó un consorcio entre la OMS y empresas farmacéuticas, con el fin de desarrollar un producto que permitiera evitar un embarazo en esas circunstancias, especialmente en países en vías de desarrollo. De este consorcio participó la IPPF, casa matriz de la Asociación Demográfica Costarricense.
El consorcio desarrolló Postinor, un tipo de píldora post-coital. Para el 2008, se esperaba lanzar una versión de este producto en toda Centroamérica, según Alexandra Wood, portavoz de la IPPF. Sin embargo, en Costa Rica el Ministerio de Salud prohibió la venta de Postinor en el 2007. Para eliminar estas “barreras de acceso” se propuso el proyecto de ley 16.887, que legalizaría la venta de la “pastilla del día después”.
Funcionamiento. Su nombre genérico es Levonorgestrel, y es una verdadera bomba hormonal, pues posee una concentración de progesterona veinte veces más alta que la de las pastillas anticonceptivas comunes. Esto tiene dos implicaciones:
1. Un efecto anti-implantatorio como modo principal de acción que impide al embrión humano anidar en el útero de su madre. Así lo especifican los prospectos de los fabricantes, quienes advierten que, al tener concentraciones tan altas de progesterona, el producto induce a una modificación de las células receptoras de la pared del útero y altera sustancias químicas importantes en el proceso de la anidación, además de poseer efectos secundarios adversos.
2. Un efecto anti-conceptivo, al causar el espesamiento del moco cervical, retardando así el paso de los espermatozoides, y al impedir la maduración y salida del óvulo cuando la pastilla se ha ingerido antes de la ovulación.No hay duda de que esta pastilla puede interrumpir, de forma permanente, el desarrollo de un ser humano.
Abuso de lenguaje. Muchos defensores de la pastilla niegan su efecto abortivo, ya que consideran que, antes de anidar, el embrión no es persona humana. La OMS sostiene que el embrión sólo es concebido caundo se implanta en el útero de su madre. Antes, sería un ente indefinido. Estas aseveraciones, sin contenido científico, son meras opiniones que, sin embargo, confunden.
El motivo es sencillo: la mayoría de mujeres que viven en países en vías de desarrollo acepta los anticonceptivos – pero rechaza el aborto. Para garantizar ventas del nuevo producto, no conviene llamar atención a su efecto abortivo. El término “anticoncepción de emergencia” cae como anillo al dedo, aunque riñe con la verdad.
El ser humano es persona desde el momento de la fertilización y, por tanto, este producto es un tipo de “aborto químico”. No se puede llamar de otra manera.
El negocio. Con todo lo que la “pastilla del día después” ha sido promocionada, existen datos que comprueban que no es el negocio redondo que sus promotores esperaban. En los EE.UU., las ventas anuales de este producto por parte de Planned Parenthood se estancaron en 1,5 millones de unidades. Proporcionalmente, su filial en Costa Rica podría vender 24,000 unidades por año. Esto le dejaría ganancias operacionales de casi medio millón de dólares al año.
Ganancias a costa de los niños afectados porque, al no ser efectivo este producto en un rango del 15% al 25%, el embarazo podría proseguir y así aumentar el riesgo de teratogénesis en el feto. Ganancias a costa de padecimientos en la madre, pues el Levonorgestrel aumenta el riesgo de trombo embolismo venoso. Por el bienestar de los niños costarricenses y de sus madres, la venta de este producto no debería ser permitida. El proyecto de ley 16.887 debe ser archivado.