Costa Rica es uno de los 20 países con menor crecimiento poblacional, y hay que proponer soluciones, aunque requieren tiempo y paciencia.
Política familiar es para la Unicef “aquellas acciones diseñadas por los gobiernos para beneficiar a las familias en cuanto a tiempo a su disposición, recursos financieros y servicios con un objetivo: el éxito de los niños en la escuela y el de los adultos en el trabajo”.
Partes de una política familiar ya las tenemos en Costa Rica, como lo son la red de cuidado infantil, asignaciones familiares, el Patronato Nacional de infancia, pero lo clave no está aquí.
Urge una sólida política para promover familias estables y seguras, que son una riqueza para el país en estos momentos de destrucción de la estabilidad familiar.
Katalin Novák, presidenta de Hungría, primero fue ministra de Familia de su nación, y afirma que muchos jóvenes, mayoritariamente mujeres, temen no ser capaces de desarrollar una carrera y su vida personal.
Ella explica que trata de ayudarlos para que alcancen un equilibrio con el objetivo de que formen una familia para que puedan pasar tiempo con ella y no tengan que elegir, sino desarrollar al mismo tiempo su vida profesional.
Las medidas húngaras en política familiar están orientadas a que no tengan que escoger entre ser madres o padres a costa de su vida profesional o desarrollarse profesionalmente, pero sin hijos.
“Estamos intentando que las familias alcancen una conciliación. Madres, familia, trabajo y un futuro”, subraya Novák.
Esas breves ideas muestran a Costa Rica el gran potencial que ofrece la familia como elemento de progreso y estabilidad. Aún nos falta mucho por caminar en relación con el papel que debe desempeñar la familia en la sociedad costarricense.
El ejemplo también se ve en otras naciones que están sufriendo el envejecimiento de su población. De ahí que deberían estudiarse nuevas iniciativas que combatan el empobrecimiento de nuestro crecimiento humano. Además, el fortalecimiento de la familia lleva necesariamente a un combate de la violencia y los desencuentros en la sociedad.
El arma más eficaz contra la violencia es elevar la calidad del diálogo y del entendimiento en la familia. Saber conversar y saber escuchar es el mejor abecedario para dar comienzo a lo que se puede conocer como un mejoramiento de la armonía nacional, que depende de saber perdonar las pequeñas y medianas majaderías en la vida. De ahí saldrá la fuerza de la paz.
El autor es diplomático.