Nuestra mente, por naturaleza, busca ocultar los recuerdos más negros que hayamos vivido con el objetivo de erradicar aquello que pueda alterar el comportamiento normal de nuestras vidas o como un método de autoconservación.
Los sicólogos la llaman amnesia disociativa, y es un suceso inconsciente, un mecanismo de defensa alternativo a otras medidas más drásticas como el suicidio.
Existe consenso en que el motivo de la amnesia disociativa no es la pérdida llana de memoria, sino que su finalidad es la erradicación inconsciente para no alterar el ciclo de vida del individuo.
Otra forma de olvidar podríamos decir que es callar: así lo consideraron sobrevivientes de acontecimientos traumáticos que marcaron su vida y la de su generación por siempre. Especialmente los supervivientes de la Shoá, conocida como el Holocausto.
Partiendo de la premisa de la amnesia disociativa, ¿no sería mejor olvidar este hecho en el tiempo y construir un mejor futuro? ¿Es necesario recordar?
Cuando el ejército Rojo en 1945 tomó nuevamente la parte este de Europa anexionada por Alemania en 1942 durante la operación Barbarroja, el horror inundó los ojos de los militares. Aunque habían sido testigos y perpetradores de los crímenes cometidos por la Policía Secreta Soviética (NKVD), las escenas que presenciaron no tenían punto de comparación: los campos de exterminio habían acabado con la vida de más de tres millones de judíos; los pocos que quedaban fueron repatriados a sus países de origen, algunos migraron a Palestina, otros se dirigieron a Estados Unidos y, posteriormente, al recién fundado Estado de Israel.
Pero el horror no fue conocido a profundidad hasta que los supervivientes empezaron a hablar. En un principio decidieron callar, esta fue su mejor arma para dejar este horrendo capítulo de su vida a un lado y las razones fueron diversas: presumían que no les creerían, que les cuestionarían el porqué ellos habían sobrevivido o simplemente querían olvidar.
Horrores. Aunque las evidencias tangibles y el testimonio silencioso de los cadáveres con piel nos dieron a conocer los horrores de los asesinos nazis, no fue hasta que el grueso de aquellos que habían sobrevivido a las fosas comunes y a los campos de exterminio que pudimos conocer la barbarie a la que es capaz de llegar el hombre masificado, y, por supuesto, todo el proceso de exterminio sistemático y moderno del que habían sido víctimas no solamente los judíos, sino también gitanos, discapacitados, homosexuales, comunistas, etc.
Gracias a estas personas que sobrevivieron al Holocausto y decidieron compartir su testimonio dejando de lado el silencio, hoy conocemos con detalle lo ocurrido. Gracias a sus voces pudimos conocer de que en medio de las tinieblas y de un mundo inmoral existieron focos que iluminaron la senda de aquellos que estaban condenados a las cámaras de gas o al fusilamiento en masa: los Justos de las Naciones. Aquellos que desinteresadamente, con el único afán de ayudar y con la convicción de que en una época de regresión era posible mantener los valores morales.
Gracias a ellos conocimos a aquellos que en un arrebato de valentía dieron su vida para aminorar el sufrimiento del otro, gracias a ellos hoy sabemos que un hombre pudo salvar su vida, pero decidió ir hasta el final con los niños de su orfanato, Janusz Korczak.
Gracias a ellos hoy conocemos que el camino hasta la cámara de gas no fue el de “ovejas al matadero”, sino que la rebelión y la resistencia existió, que grupos de partisanos se agruparon para liberar a sus hermanos.
Aprendizaje. Ante un genocidio que hoy muchos se atreven a negar, la Comunidad Judía de Costa Rica ha hecho innumerables esfuerzos para que nuestros jóvenes y todo ciudadano costarricense pueda aprender y ser testigo de este proceso.
Hace unos días se estrenó el corto realizado por la periodista Evelyn Fachler titulado Los niños de la Shoá, que recopila siete testimonios de niños que sobrevivieron al holocausto y rehicieron sus vidas en nuestra patria.
Además, el Centro Israelita organiza visitas guiadas en su museo para mostrar la vida de los primeros migrantes judíos en nuestro país y enseñar sobre sus costumbres y tradiciones.
Aunado a esto, se brindan capacitaciones a los docentes de Español y Estudios Sociales sobre el Holocausto desde la perspectiva de los genocidios recientes y los derechos humanos. Enseñamos Shoá no para maximizar la memoria de unos y minimizar la de otros; sino porque en ella se encuentran las aristas, los puntos y las pautas para que un crimen tan paradigmático como este no se vuelva a cometer.
Por eso es nuestro deber moral como educadores, como personas, como seres humanos, como hermanos que somos, el formar nuevos ciudadanos amantes de la diversidad y respetuosos de los derechos humanos.
Lamentablemente, la humanidad no aprende la lección, y nuestra mejor arma contra esto es la educación. Por eso enseñamos sobre el Holocausto y lo seguiremos haciendo. Para honrar a judíos, gitanos, a grupos humanos de diversas tendencias religiosas y étnicas que fueron asesinados en la mayor época de oscurantismo moral.
El autor es profesor de Estudios Sociales y Cívica.