La actitud gubernamental frente a las nuevas y mejores energías no es consecuente con la meta de descarbonización. En lugar de cambiar para mejorar, prefiere favorecer a unos y no a todos. Se impide el avance tecnológico y no se democratiza la energía por defender el statu quo.
Más de 100.000 paneles solares han sido instalados en nuestro país. Tenemos evidencia suficiente para demostrar que gracias a las nuevas tecnologías y su bajo costo de producción la energía solar es mucho más barata. Además, se produce donde se consume, no afecta el ambiente, no tiene partes móviles y su instalación es fácil y modular.
Curiosamente, las políticas públicas optan por limitar el uso del sol. La regulación actual señala que la capacidad máxima de los sistemas de generación conectados a un circuito no puede exceder el 15 % de la demanda. A hoy, hay 12 circuitos topados y muchos más están pronto a cerrarse.
Es decir: quienes instalen paneles primero disfrutarán las ventajas de la energía solar; quienes lleguen tarde no tendrán otra opción que seguir pagando cada vez más dinero por su electricidad.
Límites. Más aún, de acuerdo con la normativa actual, si un autogenerador inyecta en la red la energía producida, pero no consumida, únicamente podrá recuperar el equivalente al 49 % de su consumo total.
Una casa que solo consuma electricidad de noche podrá tomar del sol solo la mitad de su necesidad energética. Por el contrario, una oficina que trabaje durante el día podrá tomar la totalidad de su energía del sol.
Ambas limitantes se aprobaron esgrimiendo el argumento de que la energía solar es intermitente y, por ende, podría distorsionar la red eléctrica. Tanto en Alemania como en California ya se demostró que tal razonamiento deja de ser cierto al incorporar baterías a la red. El precio de las baterías continúa disminuyendo y su tecnología, mejorando. A muy corto plazo no habrá motivos para estar en contra del sol.
El autor es administrador de empresas, presidente de Sunshine.