Como sociedad, haríamos bien en atender el reciente llamado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para priorizar la inversión y las políticas dirigidas a la educación en la primera infancia, “dado el papel vital que pueden desempeñar en la lucha contra la pobreza”.
Si bien el actual gobierno ha prestado creciente atención a la educación inicial, así como lo hizo el anterior, la OCDE nos advierte que “la primera infancia sigue siendo el sector más subdesarrollado del sistema educativo de Costa Rica, comparado con países de la OCDE y otras naciones emergentes de América Latina”.
El VI informe Estado de la Educación (EE) refuerza estas advertencias, al señalar que la calidad de la educación preescolar es “mínima” y que el principal reto es mejorar la formación de los docentes y las prácticas en el aula. Este informe explica que la implementación de la reforma curricular del 2014 en preescolar se ha visto obstaculizada por el escaso conocimiento de los docentes sobre conceptos claves del nuevo programa de estudio, como la lectoescritura emergente.
Por ejemplo, aunque la mayoría de las maestras reconocen el valor de leerles a los niños en voz alta, el estudio del EE comprobó que menos del 40 % lo hace en su rutina diaria y saben aprovecharla para estimular el desarrollo cognitivo de sus estudiantes.
¿Por qué preescolar? Para construir un proyecto exitoso se necesitan bases sólidas. De igual manera, una educación inicial de calidad es fundamental si queremos que los estudiantes costarricenses mejoren su rendimiento escolar, culminen la secundaria y –ojalá– alcancen la educación superior, ampliando así sus oportunidades para el futuro.
La educación en la primera infancia ha sido más valorada desde que James Heckman, premio nobel de economía (2000), demostró en un estudio que invertir en la educación temprana para las poblaciones económicamente desfavorecidas genera uno de los mayores retornos para los países (al mejorar indicadores sociales como el rendimiento escolar y la reducción de la delincuencia). Este entendimiento se ha ampliado en las últimas décadas, gracias a hallazgos de las neurociencias que demuestran que el cerebro de los niños se desarrolla en respuesta a estímulos externos.
El lenguaje y la lectura emergente resultan ser áreas cognitivas que los niños pequeños desarrollan tempranamente, siempre que reciban los estímulos correctos. Cuando conversamos extensamente con un niño y le leemos libros desde sus primeros años, logramos que en su cerebro ocurran las conexiones necesarias para que él se convierta en un buen lector durante la escuela, lo cual es un predictor de que podrá concluir la secundaria.
Por el contrario, los niños que no reciben esa estimulación temprana –como sucede en familias con bajos niveles de escolaridad o en escuelas que carecen de un ambiente de aprendizaje estimulante– difícilmente desarrollarán a tiempo esas conexiones cerebrales que le ayudarían a convertirse en un lector competente, lo cual puede afectar su capacidad de aprendizaje.
Estos hallazgos –y sus implicaciones para revertir los ciclos de pobreza– han tenido una gran influencia en las políticas adoptadas por los países miembros de la OCDE, así como en sus recomendaciones para los que aspiran a ingresar a la organización, como Costa Rica.
Hoja de ruta. Tanto la OCDE como el informe EE apuntan a la necesidad de mejorar la implementación del nuevo programa de preescolar, fortaleciendo la capacidad de los docentes para llevarlo a la práctica de manera eficiente. Esto implica proporcionar un desarrollo profesional de calidad para los maestros, facilitarles los materiales requeridos para trabajar la lectoescritura emergente –como libros infantiles– y crear nuevas formas de acompañamiento y evaluación vinculadas a un plan de mejora en el aula, siguiendo buenas prácticas internacionales.
De igual manera, instan a mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje de la lectoescritura en primaria, dada la escasa implementación del nuevo programa de estudio de Español (2013), que se enfoca en la comprensión de lectura y el desarrollo del pensamiento crítico como bases para el aprendizaje continuo.
Ahora que el país está entrando en un año electoral, ¿qué se necesita para que el próximo gobierno se ocupe de la necesidad crítica de invertir en educación temprana de calidad, como un paso para evitar la repetición de ciclos de pobreza?
La autora es directora ejecutiva de la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA).