Laura Astorga ha cosechado premios internacionales con su drama político intimista Princesas rojas , una película con la que se comienza a escribir una historia que vivimos, pero que yace silenciada, intencionalmente oculta: el triunfo del sandinismo, la contrarrevolución, la “neutralidad” tica. La Policía represiva, las escuchas telefónicas, los micrófonos en las casas de militantes. Grupos organizados, entrenados militarmente en Cuba. Viajes a Moscú, Cuba, Libia, Pyongyang. Nicaragua como base de operaciones. Bien lo recuerda Laura: “Huidas, cateos, viajes, interrogatorios que, a punta de ser cotidianos, dejaban de ser amenazantes. Mis padres desaparecían y reaparecían, se ocultaban, se disfrazaban o se entrenaban”.