LONDRES – La semana pasada, Volvo hizo público un anuncio alentador: dejará de producir automóviles de gasolina o diésel después del 2019. Puede que sus ejecutivos estén previendo que los vehículos tradicionales serán menos rentables en el futuro. Pero más allá de sus motivos, su decisión ha alcanzado amplias repercusiones. En 24 horas, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció que para el 2040 Francia prohibirá la venta de automóviles de gasolina y diésel.
La decisión de Volvo confirma que las cosas están cambiando en la industria automotriz y a la vez envía un mensaje positivo en la lucha contra el cambio climático. Y demuestra algo más importante aún: que las personas y las organizaciones siguen siendo capaces de adoptar medidas importantes y audaces para resolver los grandes desafíos.
La lucha contra la resistencia a los antimicrobianos (RAM), uno de los numerosos problemas globales actuales, necesita con urgencia un compromiso similar. Para sus defensores, fue un gran triunfo su inclusión en la agenda del G20 del año pasado, en la cumbre del grupo en Hangzhou, China. Pero la declaración sobre la RAM que hicieron los líderes del G20 no fue tan audaz como pudo haber sido, puesto que no quisieron dejar el listón tan alto. Suponían que Alemania, entusiasta campeona en la lucha contra la RAM, presidiría el G20 este año: era esperable que presentara propuestas audaces.
Durante los preparativos de la cumbre del G20 de este año en Hamburgo, temí que Alemania no cumpliera estas expectativas. Sin embargo, finalmente dio más de lo que prometió: el extenso comunicado emitido tras la cumbre incluye una declaración sobre la RAM más osada de lo que yo imaginaba.
Los líderes del G20 no solo reafirmaron su apoyo a los esfuerzos para combatir la RAM por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). También dieron pasos importantes en tres áreas cruciales: uso agrícola, diagnósticos y mercado de nuevos fármacos útiles. Hay claras oportunidades para obtener compromisos innovadores en cada una de estas áreas.
En agricultura, los países del G20 se comprometieron a restringir el uso de los antibióticos fuera de la medicina veterinaria. Esto representa por sí solo un gran avance, dado que en países grandes como Estados Unidos, y posiblemente en China y la India, actualmente los antibióticos se utilizan más para la promoción del crecimiento agrícola que para combatir infecciones en humanos. La Unión Europea prohibió esta práctica hace diez años, pero los intereses creados en los principales países productores de alimentos han impedido que semejante política se extienda a nivel mundial.
De todas formas, países como Estados Unidos y Brasil podrían protagonizar ahora sus propios “momentos Volvo”: los responsables políticos simplemente deberían decir a los productores de alimentos lo que se permitirá y lo que no. Y el sector privado también tendría que exhibir un liderazgo en este ámbito. Los productores de alimentos y los minoristas deberían seguir los pasos de un fabricante de tocino con sede en Devon, que recientemente se comprometió a usar solamente cerdos libres de antibióticos. ¿Harán lo mismo Walmart, Asda, Tesco y otros?
Para ganar la guerra contra la RAM, debemos dejar de repartir antibióticos como si fueran caramelos. Necesitaremos nuevas tecnologías y otras medidas para cambiar la forma en que se prescriben y administran. Por ejemplo, en el informe sobre la RAM, que yo dirigí, instamos a los países desarrollados a exigir que para el 2020 se realicen ciertas pruebas diagnósticas antes de que se puedan prescribir antibióticos.
Cualquier país desarrollado podría convertirse en líder global si aprobara esa política. También podrían serlo las empresas que se comprometieran a proporcionar la tecnología diagnóstica necesaria a precios asequibles, o las compañías farmacéuticas que apoyaran estas tecnologías como complemento de los nuevos antibióticos gramnegativos, cuyos precios deberían ser más altos para desincentivar su uso excesivo.
¿Qué empresa farmacéutica será la Volvo o la Tesla de la industria? Si una compañía toma la delantera en el desarrollo de nuevos fármacos para responder a los patógenos resistentes a los antibióticos que la OMS ha identificado como prioridades urgentes, dará el margen para que otros se liberen de sus camisas de fuerza y dejen de pensar solamente en sus beneficios trimestrales.
En el informe sobre la RAM recomendamos 27 actuaciones que podrían resolver la crisis en una generación. Sin embargo, hasta el momento en esta década tres fabricantes farmacéuticos estadounidenses ya han gastado más dinero en recomprar sus propias acciones que el que sería necesario para esas medidas. Las compañías farmacéuticas se han convertido básicamente en gestoras de balances financieros en primer lugar, y en fabricantes de medicamentos en segundo. Alguien debe dar la vuelta a este modelo.
El informe también propone incentivos de ingreso al mercado para fomentar la innovación. Si los principales productores farmacéuticos hicieran inversiones significativas en la investigación de antibióticos, podrían mejorar enormemente el actual entorno para el desarrollo de nuevos fármacos. Se espera que el Centro de Colaboración en I+D propuesto por el G20 ayude en esta labor. Solo cuando la industria confluya, la RAM seguirá el camino de los automóviles con motores de gasolina y diésel.
Jim O’Neill fue presidente de Goldman Sachs Asset Management y secretario comercial del Tesoro británico. Es profesor honorario de Economía en la Universidad de Mánchester y fue director del informe del Gobierno británico sobre resistencia a los fármacos antimicrobianos. © Project Syndicate 1995–2017