La temporada de la COP ya casi está entre nosotros. Para los conscientes del clima, la Conferencia de las Partes, la cumbre anual de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), es un elemento del calendario de fin de año y una oportunidad de hacer un balance de nuestros objetivos, necesidades y logros.
Pasamos dos semanas preocupados por un evento distante con la esperanza de que los negociadores hagan un progreso significativo con el fin de mitigar la amenaza climática. Pero para que nuestras expectativas sean realistas, debemos entender lo que una COP puede y no puede hacer.
Estamos progresivamente descarbonizando nuestras economías. En los próximos diez años, la energía eólica y solar serán las principales fuentes de electricidad, y las ventas de vehículos eléctricos (VE) probablemente superen las de los motores de combustión interna.
Según la Agencia Internacional de Energía, el consumo de combustibles fósiles del mundo empezará a caer en el 2030. Aunque sea demasiado tarde para limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C, mucho menos a 1,5 °C, por encima de los niveles preindustriales, es antes de lo que habríamos esperado no hace mucho.
Sin embargo, solo una mínima parte de este progreso se puede atribuir directamente a las COP, inclusive a la COP21 del 2015, de la cual surgió el acuerdo climático de París.
Tesla y los vehículos eléctricos
De hecho, el Acuerdo de París no especifica nada sobre los VE o sobre la energía eólica y solar. Por el contrario, Tesla es el responsable del crecimiento de las ventas de VE: el éxito comercial del modelo S de la compañía llevó a otros fabricantes de autos de alta gama a desarrollar los productos competitivos que hoy debutan en el mercado.
¿Existe alguna conexión entre las COP y el éxito de Tesla? De existir, no es directa. Durante sus primeras etapas de crecimiento, Tesla se benefició marcadamente de las regulaciones de la Economía de Combustible Promedio Corporativa de Estados Unidos (CAFE, por sus siglas en inglés), que le permitieron vender créditos de emisiones cero (ZEC) a otros fabricantes. Los ingresos por las ventas de ZEC muchas veces superaron a aquellos generados por las ventas de automóviles.
Las regulaciones de la CAFE se remontan a 1975, dos décadas antes de que se llevara a cabo la primera COP. Sin embargo, se han endurecido con el tiempo, un proceso que podría en parte reflejar una mayor conciencia, alimentada por las COP, del desafío climático.
De la misma manera, las COP podrían haber fomentado los subsidios, tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, de los cuales Tesla se ha beneficiado más recientemente, después de haberse convertido en una fuerza enorme en la industria automotriz.
Sol y viento
En cuanto a la energía solar y eólica, la marcada caída de los costos ha impulsado su crecimiento contundente. Del 2009 al 2019, el costo de la energía solar cayó de 36 centavos de dólar por kilovatio hora a 3. Esta caída se puede atribuir a dos factores principales: las economías de escala, que redujeron los costos de producir cada oblea de silicio, y el aprendizaje práctico, que llevó a procesos industriales más eficientes, y, por ende, más económicos.
Ambos factores sostienen un círculo virtuoso: en tanto aumenta el uso de energía solar, los costos bajan, acelerando aún más la adopción de la energía solar.
Este proceso se inició gracias a la adopción en Alemania de tarifas de alimentación generosas para la energía solar en el 2000. El gobierno chino luego empezó a invertir profusamente en energía solar, a la que identificó como una industria estratégicamente importante. Una vez más, estas medidas políticas relevantes podrían haberse visto alimentadas por la mayor conciencia del cambio climático que generan las COP.
En el caso de la energía eólica offshore, la caída de los costos ha sido impulsada en gran medida por Orsted y Equinor, dos empresas escandinavas que se apalancaron en su experiencia offshore con petróleo y gas para desarrollar granjas eólicas offshore, que usan muchas de las mismas tecnologías. Los subsidios gubernamentales ayudaron a que la tecnología incipiente se volviera comercialmente viable.
En resumen, el progreso en materia de descarbonización refleja, principalmente, avances tecnológicos producidos por empresas lucrativas con la ayuda y la guía de políticas gubernamentales favorables.
Estas políticas se podrían haber cristalizado gracias a las discusiones llevadas a cabo en las COP y a la publicidad en torno a ellas, aunque no fueron el resultado de directivas específicas de aquellas reuniones ni estuvieron incluidas en el Acuerdo de París.
Conferencia próxima
¿Qué deberíamos esperar que surja, entonces, de la COP28? Las COP pueden producir dos tipos de desenlaces positivos. El primero son los desenlaces de “visión general”, como mantener la presión sobre los gobiernos y las corporaciones para que reduzcan las emisiones. Aquí es esencial no solo reiterar la significación de alcanzar emisiones cero y destacar todo lo que todavía tenemos por delante, sino también reconocer el progreso que ya se ha hecho.
El segundo tipo de desenlace es más granular. La COP de este año debe marcar el inicio de un proceso que aclarará qué constituye una compensación de carbono válida. Muchas corporaciones esperan reducir, pero no eliminar, sus emisiones, con la presunción de que pueden comprar compensaciones de carbono para llegar a emisiones cero netas. Pero, obviamente, el mundo no puede alcanzar cero emisiones —el máximo objetivo— si alguien sigue emitiendo.
De igual trascendencia es el hecho de que, recientemente, quedó claro que muchas compensaciones de carbono voluntarias no tienen ningún valor, ya que no cumplen con el estándar de adicionalidad (la garantía de que no se habrían producido reducciones de emisiones relevantes sin el respaldo de las ventas de créditos de carbono) ni evitan la fuga (el traslado de las emisiones a otra parte).
Un organismo internacional debe establecer estándares para la validez de las compensaciones e imponer límites a su uso, y la UNFCCC es el candidato obvio.
La COP28 tiene el potencial de fomentar aún más la acción climática, incluida la introducción o el fortalecimiento de políticas que puedan conducir a avances tecnológicos para reducir las emisiones, así como ofrecer un reglamento muy necesario sobre cuestiones técnicas fundamentales, como el uso de las compensaciones. Su éxito depende, absolutamente, de la ejecución.
Geoffrey Heal es profesor de Iniciativa Social en la Escuela de Negocios de Columbia y profesor en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia.
© Project Syndicate 1995–2023