Recomiendo la lectura del editorial publicado por el diario La Nación el día martes 4 de febrero pasado. Se refiere con extraordinaria claridad a las relaciones que, en décadas pasadas, han mediado entre Estados Unidos de América y sus vecinos y amigos.
Tales relaciones nos han permitido el tránsito hacia una sociedad más justa y libre, y han dado paso a una visión de ayuda mutua. Programas como el de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) sirvieron para transitar por un camino democrático en educación, con respeto al desarrollo social.
Hace algunas décadas, el poderoso Estados Unidos comprendió que cuanto más educados y desarrollados sean sus vecinos, mayores serían sus beneficios sociales, culturales y económicos. Esa concepción promovió la economía de trueque justo y libre, y el respeto personal y general.
Empero, hoy vemos que todo parece andar “patas arriba”. A Estados Unidos no le interesa ni su paz social, ni su tranquilidad, ni su cultura. Solo parece interesarle el crecimiento de su producto interno bruto, aunque sus políticas sociales de equidad y respeto queden perdiendo.
Observo con enorme pesar que grandes grupos sociales se verán perjudicados por el endurecimiento de las políticas económicas de Donald Trump y de los republicanos en general, que abogan por invertir su dinero público en hacer más y más dinero para dominar económicamente el mundo en detrimento de la educación, el reconocimiento de la igualdad racial y las oportunidades de desarrollo personal de todos sus ciudadanos.
Y con sus vecinos que han sido sus amigos, igualmente duras serán sus políticas: o nos producen dinero a nosotros, o no habrá consideración de ninguna clase. ¿De qué sirve la alfabetización de los vecinos, si no es para “robarles” oportunidades de trabajo a los nacionales? Se acabó la ayuda social tanto a lo interno del país, cuanto fuera de este. Se acabó la AID. Y el Acuerdo de París. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS). También las becas y las políticas de creación de oportunidades.
No obstante, si bien Costa Rica ha dependido ampliamente del mercado norteamericano, nuestro pensamiento ideológico no ha emanado de ese país. Nuestras ideas sociales son de más larga data y están enraizadas en la historia europea, donde se educaron algunos de nuestros preclaros antepasados.
Creemos en una sociedad de pares, de trabajo, de respeto, de libertad, de paz. Trabajamos para que todos podamos desarrollar nuestros talentos innatos (arte, cultura, economía, agricultura y, sobre todo, amor por la naturaleza) y, por ello, la educación ha ocupado históricamente un lugar preponderante en nuestra ideología y nuestro presupuesto hasta hace poco tiempo.
Tenemos una identidad propia y de ninguna manera vamos a permitir que se pierda por influencias externas que nos traten de adoctrinar sobre lo que nos conviene; no vamos a dejarnos avasallarnos por el poder económico. “No solo de pan y circo vivimos los seres humanos”.
Hoy más que nunca, y con miras a las elecciones presidenciales nacionales que se avecinan, nos corresponde fortalecer nuestros valores y sueños de una vida digna, decente, feliz, tranquila y en paz con todos. “Live and let live”.
Si Trump trata de esclavizarnos y nos niega el reconocimiento económico y cultural que merecemos, el perjudicado será su propio país, porque hay otras naciones que sí reconocen nuestros esfuerzos, con las que podemos tener relaciones de pares.
Más que preocuparnos, debemos ocuparnos y fortalecernos como bloque en vez de dividirnos como pretenden algunos con su poder y sus alianzas de orientación “trumpista”.
Viva Costa Rica libre, independiente, soberana, culta, sostenible y en paz. Lo lograremos si no desviamos nuestra atención.
jzurcher@me.com
Joyce Zurcher es filósofa.