Resulta paradójico que por un lado hablemos de valores, de las cosas verdaderamente importantes y el propósito en la vida, pero, por otro, demostremos que es el dinero lo que nos mueve a trabajar para ser felices, para sentirnos exitosos. De los billetes o monedas se puede decir que no importa cuánto se tenga, nunca será suficiente, porque, una vez cubiertas las necesidades básicas, inventamos nuevas o imitamos las que otros se han inventado.
La presente huelga es apoyada por miles de personas disconformes con un plan fiscal cuyo efecto será la reducción de las cosas o servicios que podemos comprar cada quincena. Por eso se alzan las voces que gritan: ¡Cómo se atreve el Gobierno! ¡Ahí están los otros, los millonarios, los corruptos, los verdaderos culpables de todo! ¡Que pague cualquiera menos yo, que me levanto a diario para cumplir mi jornada! ¡Yo, que estudié sacrificando tantos años de mi juventud!
La mala noticia es que realmente hay una crisis fiscal. El gobierno gasta demasiado en relación con sus ingresos, y como no puede dejar de gastar pide plata prestada. Si bien es cierto la mala situación no es culpa de la clase que llamamos “pueblo”, también es cierto que será imposible una solución si no se exige la contribución de todos los habitantes, en proporción a los ingresos.
Los sindicatos dicen que la clase trabajadora no debe pagar el déficit fiscal. Ni siquiera debe afectar los pluses de los empleados públicos. Para ellos es injusto el recorte, aunque todo o parte de nuestro salario provenga del Estado. A mí me parece inevitable moderar los salarios si se quiere aumentar la eficiencia estatal. Una medida puede ser limitar las anualidades o recalcular ciertos incentivos o equiparar las vacaciones y la cesantía con los trabajadores del sector privado.
Desigualdad. Si lo vemos bien, no es improcedente. Lo injusto es la existencia de grandes desigualdades, y esto no tiene nada que ver con si uno es trabajador asalariado o independiente, privado o estatal, empresario pequeño o grande. Tiene que ver con los ingresos mensuales y con el nivel de consumo. Los que devenguen más y consuman más, entonces deberían pagar más.
Pero todos se oponen a los recortes o a los impuestos: los pensionados de lujo, las cooperativas, los que tienen viviendas de alquiler, los empresarios, los funcionarios públicos, los que brindan servicios y una larga fila de negociadores esperando recibir la exoneración correspondiente. Nadie quiere ser tocado y eso es imposible. Todos debemos colaborar, y aquí puede el presidente comprometerse a que su fracción buscará que la renta, sin excepciones, sea progresiva con los ingresos; revisar que las exoneraciones sean fundamentadas y que es urgente recortar toda pensión de lujo. Y con eso debería bastar para acabar con la huelga.
Puede que en el hospital donde trabajo me digan traidor o pendejo. Que no apoye la huelga, no significa que estoy a favor del plan fiscal, así como está, o que no me importe ganar menos. Lo que significa es que considero que la huelga genera un daño cuyas víctimas son las personas usuarias de los servicios de la salud. ¿Cómo va a favorecer a Costa Rica menos citas, menos cirugías, menos estudios realizados? ¿Cómo creer que sentándose en un auditorio o saliendo a las calles se es parte de una solución? ¿Cómo dejando de laborar vamos a salir de la crisis?
Por favor, colega, compañero o funcionario público, reflexione. Una huelga en servicios de salud no es legal ni moral. Mientras se resuelven las apelaciones, usted puede seguir en huelga o deponerla; es una decisión personal. Pero no diga que está luchando por los pobres o en contra de las grandes corporaciones. Si así fuera, ¿por qué no inició la huelga antes de que le afectara a usted? Mejor diga con franqueza “¡Estoy en huelga porque se están metiendo con mi dinero!”.
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Yo entiendo que las personas con salarios cerca del mínimo estén indignadas, pero profesionales que trabajan horas extras y devengan más de tres millones al mes ¿en huelga? ¿O es que estos no son salarios de lujo? ¿Solo existen las pensiones de lujo? Tristemente parece que entre más salario se recibe, más ardorosa es la lucha. No quiero pensar que algunos han llegado a la conclusión de que el dinero es lo único que importa.
El autor es médico especialista.