Se ha dicho en campaña, con base en cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que en el último año Costa Rica ocupó el nivel de desempleo más alto de América Latina. De acuerdo con los datos del organismo de Naciones Unidas, el país tenía en el 2013 (datos hasta octubre) una tasa media de desempleo del 8,3% de la población en edad de trabajar, porcentaje solamente superado por Colombia entre los 14 países con información a la fecha. La más baja desocupación se observó en Guatemala y en el Ecuador con tasas de 3,9% y 4,6% respectivamente. En el caso de nuestro país es necesario además indicar que la tasa del 2013 fue la segunda más alta desde el año 2009, cuando se reportó 8,5% de desempleo.
¿Qué significa el desempleo en una economía como la nuestra? Teniendo en cuenta que en el país no existe un seguro de desempleo, la mayoría de las personas que quieren trabajar deben ocuparse en alguna actividad que les genere ingreso. Primero buscarán empleo formal, permanecerán un tiempo en esa tarea y, si no lo encuentran, harán una de dos cosas: dejarán de buscar trabajo o se ocuparán en actividades informales familiares o por cuenta propia.
En ambos casos la decisión tendrá un efecto a la baja en la tasa de desempleo. Eso explica, por ejemplo, que en un país con altísimos niveles de pobreza como Guatemala el desempleo sea el más bajo de la región. Además, en países como Guatemala, Ecuador y Nicaragua, las emigraciones laborales contribuyen a la disminución artificial de las tasas de desempleo.
Calidad del empleo. Ninguna economía dinámica e incluyente expulsa población laboral. Por esa razón, a diferencia de los países desarrollados, donde la gente puede incluso optar por el subsidio de desempleo ante la ausencia de opciones de trabajo en las áreas que le interesan, en nuestros países tan importante como medir el desempleo es establecer la evolución de la calidad del trabajo de los ocupados y su relación con otros problemas como la emigración laboral.
Cuando así procedemos, observamos que la calidad del empleo en Costa Rica ha venido mejorando en los últimos años y se encuentra entre los países con mayores logros en esta materia en la región. Dos indicadores nos pueden aproximar a la evolución del mercado laboral: el porcentaje de población ocupada asalariada y el porcentaje de población que trabaja por cuenta propia o que realiza trabajo familiar no remunerado. Puede argumentarse que, cuando el trabajo asalariado aumenta, mejora el acceso a lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llama “empleo decente”. Y, en contraste, cuando aumenta el empleo por cuenta propia o familiar, se incrementa la informalidad y, por lo tanto, el trabajo se hace precario.
En Costa Rica, siempre con cifras de la Cepal, la proporción de ocupados asalariados pasó de 70% a 76% entre 1990 y el 2011. Si bien emergen, con el empleo asalariado, nuevos problemas –en nuestro país, especialmente la cantidad de asalariados que no reciben el pago mínimo de ley–, lo cierto es que este desempeño no es despreciable, especialmente si se toma en cuenta lo que ha ocurrido en los demás países de la región en el mismo período. Solamente Chile y Argentina superaron los niveles de empleo asalariado de Costa Rica en el 2011, y, mientras nuestro país ganó 6 puntos porcentuales entre 1990 y el 2011, Uruguay perdió 2 puntos.
Precarización del trabajo. En el otro indicador –el porcentaje de ocupados en empleos precarios–, el país logró reducir la proporción de 25% a 20% en el mismo período de 20 años. Un logro que tampoco es pequeño, si se tiene en cuenta que fue el segundo menor de la región, solamente superado por Argentina, con 18,6%, y muy cerca de Chile, con 20,7%.
No es sorpresa constatar, por otro lado, que algunos países de la región han “ganado” batallas contra el desempleo como resultado, al parecer, de la precarización del trabajo. En el caso del Ecuador, por ejemplo, la proporción de población en empleo precario es casi la mitad del total, y ha venido creciendo en las últimas dos décadas, al pasar de 36% en 1990 a 44% en el 2011.
Por eso, no se puede argumentar sobre la calidad del trabajo en Costa Rica a partir de la evolución del indicador de desempleo mientras existan otras formas de ajuste del mercado laboral como la informalidad. En este caso, y para orientar mejor decisiones de política pública, es indispensable centrarnos en la calidad del empleo.
Persisten serios problemas, especialmente para los nuevos contratantes jóvenes, pero la evolución demuestra que el mercado laboral está orientándose hacia mejoras de calidad. Estimular más empleo formal, incluso dentro de los microemprendimientos familiares –en los que la clave es la mayor participación de las mujeres en el trabajo remunerado–, será el fundamento de más inclusión laboral futura, con beneficios adicionales como los que se relacionan con la expansión de la masa cotizante a la seguridad social.
En conclusión, presentar cifras de reducción del desempleo que se originan en la precarización del mercado laboral no solo es falaz, sino también perverso. La evolución del desempleo actual en Costa Rica está asociada a la mayor cantidad de personas que buscan trabajo en una época de recuperación del crecimiento de la economía, después del bache de finales de la década pasada. Todo hace pensar que, si se mantiene un ritmo de crecimiento de alrededor de un 4% promedio en el próximo quinquenio, esa proporción de desempleo tenderá a disminuir. Pero, para ser congruentes con nuestro argumento, aun en ese caso, no nos deberemos contentar con la reducción del desempleo, a menos que eso vaya de la mano con mejoras en la calidad del empleo.