La población mundial está en un proceso dinámico y acelerado de envejecimiento, y se estima que, cada segundo, dos personas en el mundo cumplen 65 años de edad. Dentro de esta realidad se encuentra inmerso nuestro país, con una población que va en aumento con altos índices de longevidad.
Dentro de la situación de salud podemos anotar que, desde el año 1985, se presenta en nuestro país un descenso acelerado de la natalidad que continúa hasta el presente: las familias han disminuido su tamaño de forma acelerada en estas cuatro décadas, la fecundidad se ha mantenido estable desde el 2006 en 1,9 hijos por mujer y, desde luego, muy por debajo de la tasa de reemplazo, lo cual evidencia una población con tendencia inequívoca al envejecimiento.
La situación de la estructura poblacional es de altos porcentajes de población adulta mayor y menores porcentajes en la población de 15 años.
En la actualidad la comorbilidad (coexistencia entre varias enfermedades) y el deterioro funcional que presentan los adultos mayores de riesgo (además de las patologías psíquicas y sociales que se incrementan en este grupo etáreo) influyen en las atenciones a estos pacientes, siendo cada vez más complejas y requiriendo más días de estancia hospitalaria. El porcentaje de consultas externas representó un aumento del 14%, en emergencias el incremento fue del 9% y, en el despacho de medicamentos, de un 13%.
Demanda de servicios. Todo esto significa que se ha estado experimentando una mayor demanda de los servicios de salud, lo cual evidencia que debemos prepararnos con mayor conciencia sobre lo que estamos viviendo hoy y en un futuro muy cercano.
Así, pues, Costa Rica deberá planificar con direccionalidad, contundencia y vigor todos los servicios de salud desde ya, si queremos enfrentar correctamente el fenómeno del envejecimiento.
Los programas de promoción de la salud, prevención de la enfermedad y hospitalización deben ser muy bien direccionados, con gran proyección comunitaria. Por lo que se ha podido apreciar en los países latinoamericanos, es muy preocupante el grado de demanda de servicios por parte de las personas adultas mayores, sin tener una preparación sólida para enfrentarla, lo cual ha propiciado, en algunos casos, el colapso del sistema de salud. No hay duda de que todas estas circunstancias nos deben llevar a la reflexión para prepararnos seriamente y enfrentar la realidad demográfica y epidemiológica de los tiempos actuales.
Visión de futuro. El proceso de envejecimiento está interconectado con una serie de variables y aristas que van más allá de los aspectos de salud, del entorno, transportación, financieros, educacionales, arquitectónicos, de derechos humanos, etc. Por eso, a veces nos cuestionamos si en Costa Rica nos percatamos de que el envejecimiento y la vejez deben tener una sólida direccionalidad. Debemos comprometernos seriamente como sociedad en la búsqueda de mejores caminos para hacer una planificación con visión de futuro, lo más ajustada a la realidad y necesidades múltiples de las personas mayores del futuro.
Por eso llama la atención que, cuando se presenta algún programa referente al envejecimiento, es de carácter teórico y superficial, pese a que deberíamos construir un consenso con todas las fuerzas sociales del país, especialmente en el momento actual en que está por elegirse una nueva Administración.
No tenemos por qué empezar con borrón y cuenta nueva, sino, más bien, podríamos darles un seguimiento a los programas probados y exitosos, agregándoles nuevos elementos complementarios que nos puedan ir dando respuestas y soluciones sólidas a esta creciente problemática a la que nos enfrentamos.
Ojalá que pensemos en esta importantísima temática y, además, recordemos el viejo adagio chino: “La vejez puede ser el mejor verano o el peor invierno”. Nuestro deseo es que sea el mejor verano para todos los costarricenses.
Fernando Morales Martínez, director general, Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.