Siempre he sido un aficionado a la literatura. Me encanta visitar las librerías y ojear cuanto libro llame mi atención. El costo nunca me ha importado, pues valoro y entiendo el esfuerzo realizado por el escritor. Bueno… eso fue hasta hace poco. Hoy, cuando observo un título nuevo, me pregunto, «¿qué porcentaje de lo escrito pertenece al autor y cuánto a un programa de inteligencia artificial?».
¿Importa? ¡Cómo no! Cuando uno paga por alguna obra literaria, espera que esta sea resultado del esfuerzo humano y no de un algoritmo. ¿Por qué? Sencillo. Si una gran cantidad del libro fue desarrollado por un programa, entonces, antes de pagarle a un individuo que se apoyó en estas herramientas, prefiero adquirir el software y brindarle los parámetros de mi interés. Así, la historia se adapta a mis gustos y expectativas.
En la actualidad, las editoriales, tanto para los concursos como para la recepción de manuscritos no solicitados, habilitan un espacio en sus páginas para recibir los proyectos de personas con el anhelo de publicar. Luego, un equipo de profesionales analiza lo recibido y determina si se ajusta a los intereses de la editorial. Por desgracia, hoy en día, este sistema no garantiza las habilidades del escritor. Entonces, ¿cómo resolver este problema? ¡Fácil! Creando concursos donde los candidatos escriben en vivo.
¿Cómo deberían ser las reglas para un evento de esta naturaleza? El primer paso es garantizar que el concursante se enfrenta a las pruebas por vez primera, es decir, que no está escribiendo un texto aprehendido con antelación. Por esta razón, los textos no pueden ser de un tema libre. Se le deben brindar al concursante los parámetros el día del acontecimiento. Por ejemplo, asignarle una trama, personajes, y pedirle un desarrollo con una determinada extensión que, dado el poco tiempo, debe limitarse a una obra breve. También, a partir de lo escrito hasta un determinado momento, se le puede solicitar la incorporación de algún giro en la trama o cambiar la introducción o la conclusión partiendo de otros parámetros. Un verdadero profesional es capaz de atravesar por este tipo de pruebas y más. Solo así es posible garantizar las habilidades del individuo y que todos los participantes se enfrenten en igualdad de condiciones.
¿Cómo deben de ser esas condiciones? Ninguno de los convocados puede tener acceso a Internet ni a ningún tipo de software capaz de realizar correcciones en su trabajo. ChatGPT, Grammarly o cualesquiera variedades de software quedan fuera de la ecuación.
El programa utilizado para escribir tampoco le facilita al participante sinónimos, antónimos o correcciones para el texto en cuestión. ¿Por qué deben ser estas las reglas? ¡Fácil! Es la única manera de garantizar un dominio del idioma y el debido conocimiento de cómo se debe redactar.
¿Debemos rechazar la inteligencia artificial? No, para nada. Es posible encontrarle otro uso. Gracias a esta, un evento como el aquí propuesto no necesita restringirse a un determinado idioma. Cualquier participante, incluidos aquellos de otras latitudes, podrían ser tomados en cuenta. Mientras ellos escriben en su idioma natal, el jurado y los espectadores pueden observar la traducción en tiempo real. Esta posibilidad hace más democrático el proceso y facilita la pluralidad de ideas enriqueciendo el evento.
Lo anterior, claro está, también requiere una modificación a las leyes actuales sobre derechos de autor. Hoy las personas redactan sus libros en solitario y, cuando lo finalizan, realizan los trámites para inscribir su proyecto en la entidad gubernamental correspondiente. En estos casos, como el concurso sería en vivo y muchas personas pueden ver lo redactado por los participantes, existe un riesgo para ellos. Por eso, cada palabra escrita por el artista debe registrarse en tiempo real para evitar que alguien inescrupuloso que esté observando trate de apropiarse de sus derechos sobre el trabajo allí realizado.
Quisiera cerrar resaltando otro gran beneficio. Un certamen de esta naturaleza permitiría observar el cómo los distintos escritores desarrollan sus ideas, haciendo posible el poder visualizar prácticas, técnicas y muchos otros aspectos del pensamiento humano que hoy escapan al ojo de la gente.
Con ayuda de la tecnología moderna, es posible estudiar el cómo distintas personas le van dando forma a sus trabajos literarios. Posibilidades hay muchas y las aquí planteadas solo son algunas de muchas ideas capaces de revitalizar el maravilloso arte de la escritura. ¿Por qué no organizar un evento de este tipo?
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Marco Antonio Pérez Molina es licenciado en Administración de Empresas.
