Hace 35 años, haciendo una consultoría para una aseguradora estatal (bastante más grande que el INS), me pidieron analizar el problema de los expedientes de reclamos. Tenían un edificio de seis pisos lleno de expedientes de reclamos y, a menudo, cuando un abogado tenía que ir al juzgado a defender un caso, el expediente no aparecía y perdían el caso.
Con 10 años de experiencia en tecnologías digitales y una maestría de una universidad desconocida, creía saberlo todo. A las pocas semanas de estar en el trabajo, propuse digitalizar todos los expedientes y desechar el papel.
La tecnología para digitalizar documentos de papel era cara, pero aun así los números daban, me sentía muy satisfecho conmigo mismo, y me llevé la gran trapeada. El jefe del departamento de reclamos me llamó a su gran oficina en una esquina y literalmente me dijo “lo contratamos para resolver un problema, no para eliminarlo, vaya resuélvalo”.
Hoy, claro está, ya nadie mantiene expedientes de papel, excepto tal vez lugares muy atrasados, muy pobres en entendimiento, o lugares con tendencias a la opacidad y la corrupción (es bastante más fácil esconder actos indebidos en montañas de papel que en bases de datos). El mayor motivo para evitar el papel es la desventaja competitiva que implican los procesos basados en papel.
Problema vial. Algo muy parecido está ocurriendo con los problemas de congestionamiento vial, en la mayoría de las zonas urbanas del planeta. En algunos lugares, los problemas de congestión se ven agudizados por el irrespeto generalizado a las leyes de tránsito (adelantan por la derecha, se detienen en las intersecciones, parquean en línea amarilla con las intermitentes prendidas, etc.). Pero la congestión del tránsito es un problema global, hay demasiados vehículos automotores para la infraestructura disponible, y la cantidad de vehículos crece mucho más rápido de los que puede crecer la infraestructura.
Aquí, como en la mayoría de los lugares, estamos diseñando y planeando toda clase de soluciones que van desde transporte público, educación vial y mayores penalidades a infractores (por ejemplo, a los que obstruyen la vía luego de un accidente menor), hasta masivos desarrollos de infraestructura.
Un factor común en todos estos enfoques es que son de alto costo y larga duración para su ejecución. Para algunos lugares donde los tiempos de implementación son típicamente dos o tres veces los de otras latitudes, el panorama es muy decepcionante ya que la única solución es resignarse a una menor calidad de vida, pues para cuando las soluciones estén disponibles, el problema habrá crecido, anulando los beneficios e incluso empeorando la situación.
Rápidos cambios. Ahora bien, si consideramos que las tecnología digitales se desarrollan a velocidades exponenciales, es bastante obvio que los cambios se darán cada vez más rápido. Con frecuencia, estos desarrollos exponenciales llevan a eliminar el problema en vez de resolverlo.
En el caso del problema vial, este desaparecerá cuando prohíban a los seres humanos conducir vehículos automotores. Los choferes no solo son la causa de la terrible congestión vial que agobia al planeta, también son la razón de más de un millón de muertes en accidentes (y probable más de 10 millones de malmatados).
Es bien sabido que los vehículos autónomos eliminarán los problemas viales, además de los accidentes de tránsito. Simulaciones han demostrado que caben ocho veces más vehículos en las mismas calles, porque no solo nunca irrespetan las leyes de tránsito, sino que, como todos están comunicados con todos los demás, se mueven al mismo tiempo y a la misma velocidad, maximizando así el desplazamiento y minimizando el tiempo de espera de todos los vehículos. Actualmente, cuando la luz roja cambia a verde, el primer vehículo de la fila toma unos pocos segundo en moverse, el segundo toma otros segundos en moverse después de que se movió el primero, y así sucesivamente, el décimo vehículo en la fila no logra pasar en 30 segundos.
Al eliminar los choferes, en 30 segundos de luz verde pueden pasar 70 vehículos moviéndose todos a 30 kp/h. Pero en realidad, cuando no haya choferes tampoco habrá semáforos, el tráfico fluirá a la mayor velocidad posible, sin accidentes.
Los vehículos autónomos no se distraen, no utilizan el teléfono mientras conducen, no ingieren bebidas alcohólicas, ni fuman sustancias prohibidas.
Realidad. Los vehículos autónomos son una realidad, ya han recorrido millones de kilómetros y demostrado su valor. No sabemos si la prohibición a los seres humanos de conducir se dará, en diez años o en quince, pero sabemos que sucederá. Pero no va suceder al mismo tiempo en todo el planeta, hay consideraciones legales y regulatorias que hay que resolver, y una infinidad de problemas secundarios que van a aparecer. Por ejemplo: ¿cómo va a ser el período de transición en el que debemos convivir los choferes con vehículos autónomos?, ¿cómo evitar los vehículos “zombis” (sin chofer ni pasajeros) dándole vueltas a la manzana (porque es más barato que parquear)? y ¿qué va a pasar con los parqueos, los talleres de enderezado y pintura y los seguros de vehículos automotores?
A pesar de la importancia y relevancia de esta tecnología, en Costa Rica no hay ni un solo vehículo autónomo haciendo pruebas (Juan Enríquez, el año pasado, dijo que hacer pruebas en Costa Rica es muy valioso, porque si funciona aquí funciona en todas partes).
No hay nadie investigando, ni discutiendo cómo vamos a adoptar y aprovechar esta tecnología, o cómo la podemos mejorar o tropicalizar. O ¿será que otra vez me van a trapear por tratar de eliminar un problema en lugar de gastar tiempo y esfuerzo intentando resolverlo?
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.