Los derechos humanos vuelven a ser parte de discursos con tufo de oportunismo como sistema de garantías frente a abusos del poder.
Los derechos humanos son reivindicaciones históricas de dignidad, libertad y justicia que, a lo largo del tiempo, han significado una lucha por parte de millones de personas y de una gran cantidad de grupos que vieron sus vidas en peligro o fueron discriminados por ser quienes eran, en una amplia gama de situaciones, como libertad religiosa, derechos sexuales y reproductivos o lucha contra los efectos del racismo y la xenofobia.
Debe entenderse algo elemental: es un sistema de garantías respaldado por la Constitución Política y acuerdos internacionales, y su principal objetivo es garantizar bienes primarios considerados de vital importancia y las demandas de dignidad y libertad de una sociedad y de cada uno de sus integrantes.
De su doctrina derivan dos principios fundamentales: son indivisibles, es decir, no se puede escoger cuáles se reivindican y cuáles no, por ende, los políticos tienen libertad para dar énfasis en campaña a algunos u otros, pero nunca desestimar o sugerir que alguno va a quedar en indefensión; y poseen un carácter progresivo, esto quiere decir que no se puede revertir su reivindicación y, en todo caso, solo pueden reconocerse otros nuevos, nunca eliminar alguno o algunos de los existentes, porque sería un retroceso.
Esto último inquieta a los defensores de los derechos en Costa Rica en esta coyuntura electoral, pues son pilares del sistema democrático.
Es comprensible que personas cuyos derechos fueron reconocidos en épocas relativamente recientes, como el colectivo LGBTIQ, quieran escuchar un compromiso de los candidatos, en vista de que ambos se han reunido con grupos que históricamente han manifestado su aversión al reconocimiento de los derechos de esas poblaciones o de las poblaciones mismas.
La salud reproductiva, de la cual las mujeres son las más beneficiadas, conlleva, por ejemplo, no únicamente la libertad para planificar, sino también el acceso a la información y al conocimiento, idealmente desde edades tempranas, a fin de evitar transmisión de enfermedades o embarazos no deseados.
Legitimar un discurso sostenido sobre un significante vacío, como la mal llamada “ideología de género”, sería un retroceso, a todas luces contrario a los principios de los derechos humanos.
Indistintamente de la opción política vencedora en la segunda ronda, ambas tienen una obligación constitucional y moral de respeto y defensa de los derechos humanos, a sabiendas de que un sistema democrático no se sostiene cuando estos son socavados.
josedaniel.rodriguez@ucr.ac.cr
El autor es politólogo.