El filólogo Roy Alfaro Vargas, en un comentario publicado en La Nación (25/11/2014), afirma que él no descalifica la ciencia ficción costarricense “por su vínculo con el neoliberalismo” (algo que da como un hecho sin haberlo probado), “sino por su falta de apego a los requerimientos megatextuales de la ciencia ficción”.
Sin embargo, en un correo electrónico no solicitado que me envió días antes de publicar ese comentario, me indicó: “Lo que se ha denominado ‘ciencia ficción’ en Costa Rica no es más que una estrategia neoliberal de ‘naturalizar’ el capitalismo y el neoliberalismo mismo”.
De esta forma, mientras en las páginas de La Nación Alfaro reconoce la ciencia ficción costarricense como manifestación literaria, en el correo electrónico la reduce a un instrumento neoliberal. ¿Por qué, entonces, molestarse en estudiar esa ciencia ficción a partir del concepto de “novum”? Simplemente porque era necesaria una excusa teórica para darle apariencia académica a lo que, en el fondo, no es más que una descalificación ideológica indiscriminada de obras y autores. De hecho, con el “novum” de Alfaro, prácticamente toda la ciencia ficción publicada en este planeta podría ser degradada a “pseudo-ciencia ficción”.
En ese correo electrónico, Alfaro también señala que “esta ‘ciencia ficción’ responde más a los intereses egoístas de algunos que a un deseo de generar un nuevo género literario. La crítica misma, la institucionalizada (la de la UCR), ha básicamente legitimado tal adefesio literario”.
Infamar a la comunidad académica de la Universidad de Costa Rica (UCR) y, en particular, a sus investigadores literarios es una práctica habitual de Alfaro, quien ha llegado al extremo de criminalizarlos como corruptos.
Corrupción. Años atrás, en un artículo también publicado en La Nación (30/3/2008), Alfaro implicó que todas las personas con un título de doctorado que había en Costa Rica no tenían “nada entre frente y nuca… son ‘académicos’ con un bajo nivel teórico o con serios problemas de conceptualización” dedicados a hacer “pseudoinvestigaciones”. Esta generalización irresponsable e ignominiosa fue respondida de manera contundente por el profesor Juan José Romero Zúñiga (La Nación, 5/4/2008).
Tiempo después, a raíz de un problema en la Maestría en Literatura Latinoamericana, Alfaro –en una carta pública– le manifestó a Henning Jensen, entonces vicerrector de Investigación de la UCR, que “sinceramente no puedo confiar en nadie activo del área de filología de nuestra universidad. La corrupción ha hecho casa en la crítica literaria costarricense” ( Semanario Universidad , 3/2/2010).
Unas semanas más tarde, Alfaro calificó de corrupto todo el sistema de Régimen Académico de la UCR ( Semanario Universidad , 10/3/2010) y, el año pasado, denunció que todos “los recursos que la UCR gasta en salarios por hacer ciencia, se malgastan… en escribir relatos… sin más aplicación que un regodeo narcisista” ( Semanario Universidad , 13/3/2013).
Polémica. Proclive a la crítica desproporcionada, infundada e infamante, Alfaro ha hecho “carrera académica” no con base en publicar los resultados de investigaciones originales, sino mediante la crítica de los trabajos de otros, a los que somete a un cuestionamiento teórico, en apariencia implacable, pero basado en criterios arbitrarios. El objetivo final de este procedimiento es vilipendiar la obra y al autor por su supuesta complicidad con el capitalismo o el neoliberalismo.
Al criticar Las sombras de la modernidad , un libro del filósofo George García, Alfaro implicó que dicha obra podía ser parte de una “estrategia de la derecha” para eliminar “cualquier intento de criticar la depravación y obscenidad del modelo del capitalismo financiero actual”. Además, asoció a García con quienes “tienen que crear mercancías académicas ‘novedosas’ para impulsar el mercado capitalista” ( Revista de Ciencias Sociales , No. 125, 2009).
En su respuesta, García indicó que el “método crítico” de Alfaro, basado en una lectura superficial de su libro, dirigida a buscar fragmentos que pudieran ser utilizados con propósitos descalificatorios, constituyó “un clásico recurso de la escolástica soviética”, en particular la de la época estalinista ( Revista de Ciencias Sociales , No. 139, 2013).
Infamia. ¿Cuánto le costó a la sociedad costarricense que la Revista de Ciencias Sociales publicara un artículo cuyo fin último es infamar a un respetable filósofo costarricense? ¿Cuánto le costó que la Revista de Filología y Lingüística (No. 1, 2014) publicara un artículo que implica que la distinguida escritora Anacristina Rossi es una reaccionaria al servicio del Banco Mundial?
Definitivamente, no es para financiar la publicación de estas superficialidades que los universitarios salen a las calles en defensa de un presupuesto justo.
Al repetir contra la ciencia ficción costarricense los procedimientos descalificatorios e infamantes empleados contra García, Alfaro demuestra la extrema vulnerabilidad de algunas de las revistas académicas de la UCR y de otras universidades (en el número 53 de la revista Letras, perteneciente a la Universidad Nacional, Alfaro publicó una versión ligeramente distinta del artículo que circuló en la Revista de Filología y Lingüística).
Dichas revistas existen para fomentar la producción y la transmisión de conocimientos, no para que en sus páginas –parasitadas por aspirantes al título de comisario ideológico teóricamente camuflados– se cultive la infamia.