La energía cada día es más escasa y, por lo tanto, nunca será ni barata ni gratis. La humanidad ha quemando combustibles durante milenios para generar energía. Por suerte, en el último siglo aprendimos a obtenerla de fuentes renovables, como el viento, las mareas, el sol, la geotermia y el agua. Desafortunadamente, estas formas alternativas, si bien son más amigables con el ambiente, suelen ser más caras y, por lo tanto, la adopción masiva afectaría severamente el crecimiento económico.
La energía solar ha mejorado su costo/rendimiento a un ritmo exponencial durante los últimos 30 años. Recientemente, a pesar de que la eficiencia de conversión de la luz solar en electricidad se ha mantenido en alrededor del 20%, el costo se ha estado reduciendo a la mitad cada 30 meses.
Eso es, obviamente, un ritmo exponencial de mejora del costo/rendimiento, lo cual lleva a pronosticar que el año entrante, en Estados Unidos, la energía solar será más barata que la producida con combustibles fósiles. En Costa Rica, el alto costo de la energía hace que eso suceda antes (por ejemplo, ahora).
El hecho de recibir del sol, en 10 segundos, la “carga” que el planeta requiere para funcionar 24 horas nos obliga a reconsiderar la escasez de energía. El sol le da a la tierra más de 8.000 veces la energía que necesita, y lo seguirá haciendo durante mucho tiempo.
La Agencia Internacional de la Energía declaró recientemente que a cuatro centavos de dólar el kilovatio hora la energía solar producida en los techos será imbatible; ninguna otra le podrá ganar. Ahora bien, la fuente no es constante. Cuando se nubla el cielo, se reduce considerablemente la producción, y de noche se detiene.
Empezó el movimiento. Elon Musk, director ejecutivo de Tesla (automóviles eléctricos de lujo producidos en Silicon Valley) recientemente anunció que pondrá a la venta este año baterías domésticas capaces de almacenar 7 kWh a un costo de $3.000. Ya tiene la producción vendida hasta finales del año entrante.
Esto sugiere que en pocos años vamos a ver un movimiento masivo, tanto en el ámbito doméstico como en el industrial y el comercial, hacia ambientes energéticos independientes, basados en paneles fotovoltaicos y baterías.
Este movimiento aumentará la competitividad y productividad al reducir el costo energético y al favorecer la creación de riqueza y bienestar.
En Costa Rica, tenemos la suerte de contar con electricidad muy cara (por los motivos que sean), lo que nos motiva a migrar lo más rápido posible hacia la energía solar, sin tener que esperar a que la producción de las baterías de Tesla alcance a la demanda.
Afortunadamente, tenemos la oportunidad de movernos antes y más rápido que muchos otros países, pues contamos con enormes baterías capaces de almacenar energía para la noche y los ratos nublados: se llaman represas hidroeléctricas.
Con el financiamiento adecuado (la cuota mensual del préstamo es menor o igual a la reducción de la factura eléctrica), dueños de hogares y empresas de todo tamaño adoptaríamos la energía solar muy rápidamente (medio millón de paneles en dos años). Esto permitiría no solo reducir el costo de la electricidad, sino también aumentar la generación para pasar al sector transporte a un sistema movido por electricidad. Seríamos los primeros en eliminar el consumo de combustibles fósiles.
Obviamente, la energía barata no es lo mismo que gratis. Es posible que nunca llegue a ser gratis, a menos que encontremos nuevos modelos de negocio, como los que llevaron al almacenamiento de datos y el ancho de banda a ser percibidos como gratis por los consumidores en otras latitudes.
Claro que es difícil y requiere de organización, liderazgo y visión, pero es totalmente realizable y merece el esfuerzo. El premio, si lo hacemos bien, es un desarrollo económico acelerado que generará un aumento considerable de bienestar para la población.
El castigo, por no aprovechar la oportunidad, es continuar perdiendo competitividad.
(*) El autor es ingeniero