Desde hace décadas, existe un consenso sobre la necesidad de reformar la Constitución Política con el fin de adaptarla a las necesidades, principios y valores de los tiempos actuales. Donde existen diferencias es en el cómo llevar a cabo la reforma: unos sostienen mediante enmiendas parciales y otros mediante la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.
El jurista y no político Rubén Hernández repite en las páginas de opinión del periódico La Nación (17/4/2018) una tesis que ha sostenido desde hace años: una asamblea constituyente es política y jurídicamente innecesaria.
Las asambleas constituyentes solo se justifican cuando se rompe el orden constitucional mediante un golpe de Estado o una revolución, es el primer argumento de don Rubén para sostener su conservadora tesis. No es cierto. Muchos países han reformado sus constituciones sin necesidad de ir a la guerra. No tiene sentido sostener que una sociedad democrática, el soberano, solo pueda reformar su Constitución a causa de la guerra y el derramamiento de sangre.
Cada generación tiene derecho a cambiar sus normas de convivencia y a decidir sobre su presente y futuro. Además, es más conveniente reformar las constituciones en épocas de paz, con tranquilidad y de manera pausada, y no después de una guerra, cuando el país queda dividido como resultado de las pasiones producidas entre ganadores y perdedores.
La segunda razón de don Rubén para oponerse a la convocatoria a la asamblea constituyente está fundada en un miedo y temores sin fundamento. El miedo nubla la razón, no es mucho lo que se puede decir. Además, el miedo no es un argumento, es una capitulación. ¡Ustedes se imaginan a Juanito Mora y a los miles quienes le acompañaron hablando de miedo! Decía Mijaíl Gorbachov, cuando impulsó la perestroika: “No hay antídoto contra los errores, pero que el mayor error es no hacer nada por miedo a cometerlos”.
Desde el Congreso. La Asamblea Legislativa puede hacer las reformas. Es el tercer argumento de don Rubén para oponerse a la convocatoria a la asamblea constituyente. Un argumento solo cierto en el papel. En la corriente legislativa hay aproximadamente sesenta proyectos de reforma constitucional; combinadamente, reformarían más de la mitad de la Constitución. No obstante, la Asamblea Legislativa no dedica tiempo suficiente a su discusión. Pasan semanas y hasta meses y no se debaten las reformas constitucionales requeridas con urgencia por el sistema.
Además, aunque aprobaran algunas, estas versarían sobre temas de poca importancia porque, según la Sala Constitucional, la Asamblea Legislativa carece de competencia para hacer una reforma parcial, cuando dicha reforma se refiera a las decisiones políticas fundamentales. En otras palabras, la viabilidad de las reformas parciales está maniatada por la inoperancia de la Asamblea y la jurisprudencia de la Sala Constitucional.
Entendemos y enfatizamos que el proceso constituyente implica mucho más que reformar la normativa constitucional. El proceso constituyente plantea una visión fresca y novedosa de la sociedad y del Estado acorde con las necesidades del mundo actual. Se trata de crear una nueva cultura política de solidaridad ciudadana, que nos permita superar la pobreza, la parálisis causado por el miedo al cambio; de equilibrio para superar el vallecentrismo en favor del desarrollo armónico de todas las regiones del país, de responsabilidad para hacer que las autoridades políticas superiores del sistema respondan por sus faltas graves y la violación al deber de probidad, y de innovación y modernidad a fin de superar la cultura de la pequeñez, de los remiendos y convertirnos, de esta forma, en un Estado más eficiente y competitivo.
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Progresar. No podemos vivir anclados en las instituciones heredadas de nuestros padres y abuelos, pensando que es lo único que podemos tener. Los jóvenes y la sociedad en general enfrentan retos que la generación del cuarenta y nueve ni siquiera imaginaba. Cualquier persona con mente joven puede entender que la vida y el pensamiento creativo fluyen de manera constante como el agua en movimiento.
Así pues, desde el marco de los principios democráticos, sin necesidad de guerra y sangre, ya más de setenta mil personas se han sumado al proceso constituyente, con el propósito de alcanzar una meta común: la construcción de una nueva Costa Rica, mediante la promulgación de una nueva Constitución para que todos podamos vivir mejor.
José Antonio Benavides Alvarado, Kimberly Castillo Bonilla, Francisco Barahona Riera, Walter Coto Molina, Benigna Baltodano Linarte, William Hayden Quintero, Ingrid Hayden Cordero, Mario Broutín Gutiérrez, Daniel Quesada Mora, Carolina Muñoz González y Alex Solís Fallas.